Editorial: Comunidad cubana de Kentucky, orgullo y tristeza

Por redacción de El Kentubano, edición 119, junio 2019

Hablar de nuestra comunidad hincha el pecho de alegría, rebosa el orgullo de cualquier miembro de la misma, o de cualquier otra persona que conozca nuestra historia, de donde venimos, en las condiciones que llegamos, y lo que hemos alcanzado en tan poquitísimos años de peregrinar en Kentucky.

Como la mayoría de los emigrantes, procedemos de países pobres, dirigidos por gobiernos ineptos, y en donde, entre otras cosas negativas, prevalece la violencia y la corrupción. En el caso de nuestra Cuba, la corrupción se representa en todos los niveles de la sociedad, pero se hace más evidente cuando la hipócrita clase dirigente y sus familiares viven sin restricciones algunas, con lujos y prebendas, mientras la gran mayoría del pueblo sufre excesivas penurias y limitaciones a productos y alimentos básicos. A eso se añade el infortunio de proceder de un país sin democracia, con una constitución y leyes supeditadas a los intereses de un partido único (Comunista para colmo de males), en donde pensar diferente es un delito, y en donde ni siquiera son permitidas pacíficas sugerencias de cambio. El conjunto de estas circunstancias ha hecho que penosamente, durante las recientes generaciones el principal sueño de la mayoría de los cubanos sea emigrar.

Comunidad

Así, durante los últimos 10 años, Louisville Kentucky se ha convertido en la segunda casa de miles de “cubiches” que, desafiando el idioma, el frío invierno y la nueva cultura, escriben a diario historias de éxitos y progresos.

Es impresionante conocer cuántos maestros cubanos enseñan en las escuelas locales, cuantos profesionales de la salud, de otras ramas tecnológicas, o simples obreros, forman parte de importantes empresas, en las que – a pesar de la desventaja cultural- toman cruciales decisiones, y dirigen/ supervisan a muchos que nacieron aquí.

Se llena uno de satisfacción de ver cuántos de los nuestros son parte del gobierno de la ciudad, condado o del estado, ya sea de intérpretes, trabajadores sociales, policías, o bomberos, todas ellas actividades que influyen directamente en la vida de miles de familias y en la sociedad en general.

Se goza de alegría ver cuantos artistas aportan ingredientes al “melting pot” de esta ciudad; pintores, bailarines, actores, músicos, fotógrafos, diseñadores, periodistas, escritores, poetas, y más…

Más impresionante aun, es ver cuantos emprendedores, dueños de pequeños negocios que operan en la ciudad, trayendo productos exóticos para los nativos, empleando a muchos de ellos, y contribuyendo con los impuestos a las arcas públicas. Todos estos negocitos, que comenzaron con muchos sacrificios, con limitado capital inicial y sin gota de conocimiento empresarial (marketing, contabilidad, finanzas, crédito, etc.). Es increíble ver con que destreza y profesionalidad se desarrollan ahora mismo las decenas de agentes de bienes raíces (realtors) o los muchos dueños de tiendas o restaurantes, solo por nombrar par de ejemplos.

Todo lo anteriormente nombrado inspira orgullo y satisfacción, sin embargo, esos éxitos vienen acompañados con la tristeza de no haberlos alcanzados en la tierra que nos vio nacer. ¡Cuanto material humano, intelectual, físico anclado en tierra ajena! ¡Cuánto talento desaprovechado para nuestra patria! ¡Qué pena tener que emigrar a otra nación para ser un emprendedor libre! ¡Qué desdicha tener que renunciar a tu familia, a tus vecinos, a tu pueblo natal para construir un negocio próspero! ¡Qué tristeza no poder contribuir al futuro de la patria desarrollando en ella nuestras ideas y proyectos, creando empleos, y aportando con los impuestos a una mejor sociedad!

¡Qué infortunio haber tenido que marcharnos de nuestra Cuba para hacer realidad todos esos proyectos y disfrutar de la satisfacción del éxito alcanzado! Ojalá que esa realidad cambie pronto… #AmimedueleCuba

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