Rostros locales: Yojanier Tusen, el baloncesto es mi pasión y lo llevo en la sangre

El Kentubano, exaltando, reconociendo, y aplaudiendo las buenas obras y a los líderes de nuestra comunidad

Desde Sierra de Cubitas, Camagüey, Yojanier Tusen Ruso descubrió en el baloncesto su gran pasión. Lo que comenzó como un juego escolar se convirtió en una forma de vida marcada por la disciplina, la velocidad y la creatividad, cualidades que lo distinguieron dentro y fuera de la cancha.

¿Cómo comenzó tu relación con el baloncesto?

Mi relación con el baloncesto nació en la escuela, durante las clases de Educación Física, y también en el barrio, observando cómo jugaban los mayores. Antes practicaba boxeo, pero el baloncesto me enamoró desde el primer momento y ya no pude dejarlo.

¿Qué tipo de entrenamiento o disciplina mantenías para estar al nivel competitivo?

Siempre me apoyé en dos pilares fundamentales: la disciplina y el amor por lo que hacía. Era rápido y muy resistente, cualidades que complementé con la guía de excelentes entrenadores como Julio Altunaga, el profesor Maseira e Ibáñez, entre otros, quienes marcaron mi formación deportiva y personal.

Si tuvieras que definir tu estilo de juego en tres palabras, ¿cuáles serían?

Rápido, resistente y creativo. Siempre procuré mantener esas cualidades en todo momento dentro de la cancha.

¿Hubo algún reto difícil que marcara tu carrera y qué aprendiste de ello?

El mayor reto fue adaptarme a jugar junto a los mayores, que tenían más experiencia y tiempo en el equipo. Yo quería encajar y demostrar mi valor. Con esfuerzo y constancia, lo logré. Esa etapa me enseñó a confiar en mis capacidades y a aprender de quienes ya habían recorrido el camino.

¿Quiénes fueron tus referentes dentro del baloncesto?

Primero, grandes jugadores cubanos como Borrell, Hernández y Vásquez. Pero a nivel internacional, mi mayor ídolo siempre fue Michael Jordan, por su mentalidad, liderazgo y entrega.

¿Cuál fue tu momento más inolvidable como jugador?

Cada segundo en la cancha fue inolvidable. El esfuerzo compartido con mis compañeros por lograr una victoria, la hermandad del equipo y el apoyo de la afición camagüeyana fueron experiencias únicas. Pero sin dudas, una de mis mayores satisfacciones era ganarle a Ciego de Ávila, con su “súper equipo”.

¿Cómo tomó tu entorno tu dedicación al baloncesto?

Siempre tuve el apoyo de mi familia y mis amigos. Me veían como un ejemplo, especialmente porque mi mamá también jugó baloncesto. Además, conté siempre con la presencia y el aliento de mi amigo Niorvis Osorio, que no faltaba a ninguno de mis partidos.

Cuando dejaste de jugar, ¿qué se fue contigo del deporte?

Dejé de jugar en 2009, pero me llevé aprendizajes que me acompañan hasta hoy: la amistad, la disciplina, el valor del trabajo en equipo y la hermandad entre compañeros y entrenadores. Son valores que trascienden la cancha y forman parte de quien soy.

¿Cómo ves hoy el baloncesto en tu vida?

El baloncesto es mi pasión, lo llevo en la sangre. No me pierdo un partido y siento una gran nostalgia al verlo. En Cuba tuve la oportunidad de enseñar a las nuevas generaciones, y eso me llenó de orgullo. Transmitir lo que sé es mi manera de mantener vivo el espíritu del juego.

¿Cómo te ves dentro de cinco años?

Mi sueño es ser entrenador de nuevas generaciones y enseñarles a los niños lo hermoso que es este deporte. Quiero que encuentren en el baloncesto la misma pasión y disciplina que a mí me formaron.

Además del baloncesto, ¿qué disfrutas hacer en tu tiempo libre?

La vida es muy agitada, pero siempre que puedo busco una cancha para hacer unos tiros. Paso mucho tiempo hablando con mi familia en Cuba y, sobre todo, con la dueña de mi corazón, la misma que desde su balcón o desde un banco se detenía a verme jugar. El trabajo también ocupa gran parte de mi tiempo, pero siempre dejo espacio para escuchar buena música y compartir con mis amigos.

Por Yanet KantAlma, El Kentubano (Edición 196, diciembre 2025)

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