Rostros locales: Ignacio Hernández, persiguiendo sueños en el aire

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Ignacio Hernández Sarduy es un joven cubano que, aunque nació en el pequeño pueblo de Cruces, en la provincia de Cienfuegos, ha pasado la mayor parte de su vida en los EEUU. A la edad de cuatro años, emigró junto a sus padres a Louisville, Kentucky, gracias a un sorteo de visas que les permitió comenzar una nueva vida en un país desconocido.

Su llegada, el 7 de septiembre de 2001, estuvo marcada por los desafíos propios de la adaptación, en especial para sus padres, quienes enfrentaron la barrera del idioma sin redes de apoyo cercanas. Sin embargo, con esfuerzo y la ayuda de la comunidad católica local, lograron establecerse y prosperar en su nuevo hogar:

¿Cómo nació tu pasión por la aviación y qué desafíos enfrentaste para convertirte en piloto?

Desde niño, mi fascinación por los aviones fue clara, influenciada por vivir cerca de un aeropuerto en Louisville. Mis padres me alentaron, comprándome libros y llevándome a un parque cerca del aeropuerto, lo que convirtió a los aviones en un símbolo de libertad y me impulsó a soñar con ser piloto. Sin embargo, el mayor desafío no fueron los exámenes, sino financiar mi carrera. Al ser piloto de primera generación, desconocía las becas disponibles, por lo que tuve que costear mis estudios por completo. A pesar de las dificultades económicas, con el apoyo de mis padres y mi fe, pude completar mi formación en ATP Flight School.

¿Cómo fue tu primer vuelo como piloto y cuál ha sido la experiencia más memorable en el aire?

Mi primer vuelo como piloto fue a los 15 años, gracias al programa de aviación de Shawnee High School, que cubría los gastos para obtener la licencia de piloto privado. Durante una excursión al aeropuerto de Clark County, me subí a un Cessna 172 y, para mi sorpresa, el instructor me permitió despegar. Fue una mezcla de miedo y emoción, pero supe que mi futuro estaría en la aviación.

Una de las experiencias más memorables fue en el aeropuerto de Charlotte, NC, cuando al despegar el tren de aterrizaje no quiso retraerse. Con calma y la ayuda de mi copiloto, decidimos regresar al aeropuerto manteniendo las ruedas extendidas. Afortunadamente, todo salió bien y el vuelo sólo tuvo un pequeño retraso, lo que me enseñó la importancia de mantener la calma en situaciones de presión.

¿Qué es lo que más disfrutas de ser piloto y cómo manejas el equilibrio entre tu vida profesional y personal?

Lo que más disfruto de ser piloto es conocer gente nueva y tener experiencias únicas en cada vuelo. El desafío principal es el tiempo lejos de casa, ya que mis viajes pueden durar entre tres y siete días. Para equilibrar mi vida profesional y personal, organizo mis horarios para pasar tiempo de calidad con mi familia, asegurándome de que, aunque no siempre esté físicamente, siempre estoy presente emocionalmente. Afortunadamente, mi esposa y yo podemos ajustar nuestros horarios para coincidir en nuestros días libres.

Si pudieras elegir un avión para pilotear, ¿cuál sería y cuáles son tus próximas metas?

El MD-11 es el avión de mis sueños debido a su diseño único y sus tres motores, algo que ya no se utiliza mucho en la aviación moderna. Mi compañía, UPS, tiene 29 de estos aviones, y mi meta es volarlo antes de que retiren la flota. Mi trayectoria como piloto está marcada por la palabra “sacrificio”. Alcanzar mis metas ha requerido esfuerzo y priorizar lo necesario por encima de lo que quiero, pero al mirar atrás, veo que todo ha valido la pena.

Mis próximos sueños incluyen seguir creciendo dentro de UPS para convertirme en capitán, y regresar como instructor en Flight Club 502, donde podría ayudar a niños y adolescentes a obtener su primera licencia de piloto. Contribuir a sus sueños me llenaría de satisfacción. 

Por Yanet KantAlma, El Kentubano (Edición 189, mayo 2025)

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