Opinión: La falsa gloria cubana
Hace algunas décadas, cuando la calamidad que nos afligía se denominaba “Período especial en tiempos de paz” el gobierno alemán se ofreció a paliar las graves carencias alimentarias de los niños cubanos, con la donación de toneladas de leche en polvo. La generosidad alemana exigía una sola condición: la ayuda debía ser distribuida por un organismo no gubernamental.
La Iglesia Católica era la única institución no gubernamental con estructura territorial necesaria para llevar a buen puerto la encomienda, pero la respuesta de los camaradas del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) a los obispos cubanos fue clara, preferían, según sus propias palabras, que los niños cubanos tomaran agua con ceniza antes que leche, si tenía que ser distribuida por la Iglesia.
Han pasado unos treinta años desde que ocurrió ese desafortunado evento y me asusta comprobar que la mentalidad de los comunistas cubanos no ha cambiado; prefieren los riesgos de un incendio que hizo peligrar a la ciudad de Matanzas, a cursar una petición formal de ayuda al gobierno de los Estados Unidos de América. Podían haber protegido vidas y ahorrado sufrimientos y, hasta recursos para emplearlos la guerra que libran contra el pueblo de Cuba, que es a muerte.
El voraz incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, con víctimas humanas, daños económicos y ecológicos, aun por cuantificar; obedece a la ineptitud y negligencia congénitas de la clase dirigente: que solo es eficaz en la represión, como demostró con la orden presidencial de guerra civil entre cubanos, las redadas masivas, las golpizas indiscriminadas y las excesivas condenas de cárcel a los manifestantes pacíficos del 11J.
El régimen no tendrá un ápice de compasión por el pueblo que dice representar y defender de unos fantasmagóricos peligros y agresiones. Los dirigentes están tan obsesionados con su supervivencia que parecen repetir constantemente la frase de uno de aquellos ratones en un popular dibujo animado de mi niñez: “si no me dejan hacer lo que me da la gana le prendo fuego al bosque”.
La realidad indica que el gobernante Miguel Díaz-Canel se muestra dispuesto a reeditar las matanzas y hambrunas de Stalin y de Mao; circunstancia agravada por la falta de imaginación y voluntad política de la administración Biden, la Unión Europea y el Vaticano para trazar una estrategia que incentive la democracia y penalice, con dureza, los afanes totalitarios y transmitan a La Habana que no habrá impunidad para los malvados.
A estas horas, no sé cuál será el final de esta triste historia, pero la imposibilidad de detener a estos criminales conduce a los cubanos a un dilema de difícil solución, el de escoger entre la rebelión o el exilio. También queda la opción del sometimiento, pero son tan grandes las penurias y tan ostensible la humillación, que cada vez son menos los que están dispuestos a aceptar ese estado de pasiva esclavitud.
Tampoco sé lo que ocurrirá cuando llegue la hora de la violencia ciudadana y la estampida. Solo sé que se verán horrores y que el poeta cantor deseará no haber escrito nunca aquellos lamentables versos que hablaban de hundirnos en el mar, antes de traicionar la (falsa) gloria que se ha vivido.
Fuente: Por Eduardo Mesa Valdés, cibercuba.com; foto fuente: Diariolasamericas.com