Rostros locales: Liant, historia de una peligrosa travesía por el mar

Aun siendo menor de edad, Liant Escobar, de San Antonios de los Baños, Artemisa, logró llegar a las costas de EEUU en una difícil, pero fructífera travesía por mar.

Era nuestro tercer intento por mar: la primera vez no llegamos ni a montarnos en el bote, porque infelizmente siempre hay quien se aprovecha y mi madre fue estafada. La segunda, un pescador nos vio cuando estábamos subiendo al bote en la madrugada, y llamó a la policía. Cuando llegaron no se lo pensaron dos veces para recurrir a la violencia y empezaron a amenazarnos con sus bastones y pistolas. Estuvimos todos detenidos por tres días, sin importar que había muchos menores de edad, e incluso, una madre embarazada. Fueron casi los peores días de mi vida.

En este último, antes de embarcar por el Mariel, tuvimos que caminar alrededor de dos millas por todo el monte silenciosamente para poder llegar a la costa. Una vez ahí, el barco nos estaba esperando en la orilla. Era un barco pesquero promedio, por lo que había poco espacio. Cuando lo abordamos lo primero que hicimos fue darles a los niños la pastilla de las náuseas. Éramos 31 personas: 11 niños y 20 adultos, entre ellos estaba mi mamá y mi hermano, de tan sólo 9 años en ese entonces. 

En el momento de salir eran las 2:00 de la madrugada, nos dimos cuenta de que el bote se había atascado con unas algas, y algunos nos bajamos a empujarlo. Cuando llegamos a aguas internacionales nos agarró una fuerte tormenta y pensábamos que el barco no iba a aguantar. Las olas eran de dos y tres metros de altura, aquel barco empezó a balancearse de un lado al otro como si fuera una hamaca. Inmediatamente pusimos a las madres y a los niños en medio del bote, y los hombres en los alrededores para garantizar su seguridad. Las madres ya estaban desesperadas y gritaban por miedo a que sus hijos murieran. Al amanecer ya había pasado la tormenta, y el mar estaba más calmado; era la hora de desayunar pero nadie tenía hambre después de haber pasado una noche como esa.

El resto del viaje estuvo más tranquilo hasta que nos asustamos porque un yate pesquero que nos vio desde lejos se puso a todo vapor para llegar a donde estábamos. En realidad sólo querían advertirnos que íbamos a entrar directamente donde estaban las patrullas, y amigablemente nos guiaron hasta Cayo Tortuga. Al traspasar las boyas del Cayo, se nos lanzaron dos lanchas rápidas para interceptarnos, pero gracias a unas asombrosas maniobras evasivas realizadas por el chofer, no pudieron detenernos hasta estancarnos en la orilla. Una vez ahí yo me tiré primero, cargué a mi hermano pequeño y mi mamá tenía la mochila con nuestras cosas.

Foto: periódicocubano.com

Mi hermano cuando llegó a la arena empezó a gritar como loco con una sonrisa enorme en su rostro: “Tierra, Tierra…” decía jiji,  mientras que yo también estaba muy contento de por fin pisar tierra después de aproximadamente dos días enteros que duró el viaje, y junto con mi mamá nos pusimos a llorar de la alegría.

¿Cómo estás viviendo la experiencia en esta tierra?

Ahora estoy estudiando, trabajando y practicando béisbol. Quiero llegar a ser un jugador profesional para poder sacar a mi familia adelante. Traer a mis abuelos y a mi hermana de Cuba, para que no pasen más trabajo allá, tengan mejores condiciones de vida, y puedan disfrutar de un futuro mejor.

Por Yanet KantAlma, El Kentubano (edición 179, julio 2024)

Nota editorial: Historias como estas muestran la tragedia que vive nuestra patria por culpa de un régimen totalitario que solo genera pobreza, división familiar y represión al que piensa diferente.

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