Opinión escrita: Lo que hemos aprendido de un siglo de comunismo
El Kentubano, edición 184, diciembre 2024
Aunque los historiadores y otras personas han documentado numerosas atrocidades comunistas, gran parte del público sigue sin ser consciente de su enorme magnitud. También es un buen momento para considerar qué lecciones podemos aprender de esta horrenda historia.
En conjunto, los Estados comunistas asesinaron a 100 millones de personas, más que todos los demás regímenes represivos combinados durante el mismo periodo. Los esfuerzos comunistas por colectivizar la agricultura y eliminar a los campesinos propietarios independientes fueron, con diferencia, los que más víctimas causaron. Sólo en China, el Gran Salto Adelante de Mao Zedong provocó una hambruna artificial en la que perecieron 45 millones de personas, el mayor episodio de asesinato masivo de toda la historia mundial. En la Unión Soviética, la colectivización de José Stalin, que sirvió de modelo para iniciativas similares en China y otros países, se cobró entre 6 y 10 millones de vidas. En muchos otros regímenes comunistas, desde Corea del Norte hasta Etiopía, se produjeron hambrunas masivas. En todos estos casos, los gobernantes comunistas eran muy conscientes de que sus políticas estaban causando muertes masivas y, sin embargo, persistieron en ellas, a menudo porque consideraban que el exterminio de los campesinos “kulak” era una característica más que un defecto.
Aunque la colectivización fue la principal causa de muerte, los regímenes comunistas también llevaron a cabo otras formas de asesinato masivo a escala épica. Millones de personas murieron en campos de trabajo esclavo, como el sistema Gulag de la URSS y sus equivalentes en otros lugares. Muchos otros murieron en ejecuciones masivas más convencionales, como las de la Gran Purga de Stalin y los “campos de exterminio” de Camboya.
Las injusticias del comunismo no se limitaron a los asesinatos en masa. Incluso los que tuvieron la suerte de sobrevivir fueron objeto de una severa represión, que incluyó violaciones de la libertad de expresión, la libertad religiosa, la pérdida de los derechos de propiedad y la criminalización de la actividad económica ordinaria. Ninguna tiranía anterior pretendió un control tan completo sobre casi todos los aspectos de la vida de las personas.
Aunque los comunistas prometieron una sociedad utópica en la que la clase trabajadora disfrutaría de una prosperidad sin precedentes, en realidad engendraron una pobreza masiva. Allí donde existían Estados comunistas y no comunistas en las proximidades, eran los comunistas quienes utilizaban los muros y la amenaza de muerte para evitar que su pueblo huyera a sociedades con mayores oportunidades.
Hasta el día de hoy, los defensores de la planificación central socialista sostienen que el comunismo fracasó por razones contingentes evitables, y no por razones intrínsecas a la naturaleza del sistema. Tal vez la afirmación más popular de este tipo sea que una economía planificada puede funcionar bien siempre que sea democrática. La Unión Soviética y otros Estados comunistas eran todos dictaduras. Pero si hubieran sido democráticos, quizá los dirigentes habrían tenido mayores incentivos para hacer que el sistema funcionara en beneficio del pueblo. Si no lo conseguían, los votantes podían “echar a los cabrones” en las siguientes elecciones.
Desgraciadamente, es poco probable que un Estado comunista pueda seguir siendo democrático durante mucho tiempo, aunque empezara así. La democracia requiere partidos de oposición eficaces. Y para funcionar, esos partidos tienen que ser capaces de difundir su mensaje y movilizar a los votantes, lo que a su vez requiere amplios recursos. En un sistema económico en el que todos o casi todos los recursos valiosos están controlados por el Estado, el gobierno en el poder puede estrangular fácilmente a la oposición negándole el acceso a esos recursos. En el socialismo, la oposición no puede funcionar si no se le permite difundir su mensaje en los medios de comunicación estatales o utilizar propiedades estatales para sus mítines y reuniones. No es casualidad que prácticamente todos los regímenes comunistas suprimieran los partidos de la oposición poco después de llegar al poder.
Es igualmente difícil dar crédito a las afirmaciones de que el comunismo fracasó sólo por defectos en la cultura de los países que lo adoptaron. Es cierto que Rusia, la primera nación comunista, tenía una larga historia de corrupción, autoritarismo y opresión. Pero también es cierto que los comunistas practicaron la opresión y el asesinato en masa a una escala mucho mayor que los gobiernos rusos anteriores. Y el comunismo también fracasó en muchas otras naciones con culturas muy diferentes. En los casos de Corea, China y Alemania, personas con antecedentes culturales iniciales muy similares soportaron terribles privaciones bajo el comunismo, pero tuvieron mucho más éxito con las economías de mercado.
En general, las atrocidades y los fracasos del comunismo fueron los resultados naturales de un esfuerzo por establecer una economía socialista en la que toda o casi toda la producción está controlada por el Estado.
Al igual que las atrocidades del nazismo son lecciones abyectas sobre los peligros del nacionalismo, el racismo y el antisemitismo, la historia de los crímenes comunistas enseña los peligros del socialismo. La historia del comunismo no demuestra que deban evitarse todas y cada una de las formas de intervención gubernamental en la economía. Pero sí pone de relieve los peligros de permitir que el Estado se haga con el control de toda o la mayor parte de la economía, y de eliminar la propiedad privada. Además, los problemas de conocimiento e incentivos que surgen en el socialismo también dificultan los esfuerzos de planificación económica a gran escala que no llegan al control total de la producción por parte del gobierno.
Lamentablemente, estas lecciones siguen siendo relevantes hoy en día, en una época en la que el socialismo ha comenzado de nuevo a atraer adeptos en diversas partes del mundo.
Fuente: Ilya Somin, fee.org.es (fragmentos), Foto: oiganoticias.com