Cuba: ¿orgullo o vergüenza?

Alguien me preguntó el otro día si yo era de aquí. Le dije que soy de Cuba y respondió: “Lo siento”. Admito que no sé si fue sarcasmo o si en realidad pedía disculpas por haber preguntado tal cosa —muy típico de la cultura estadounidense. La sonrisa que le devolví aprobaba su comentario, en caso de haber sido sarcástico.

Foto: Maikel Benitez, cubanetnoticias.com

En 64 años nos hemos ido por cientos de miles. Dos millones más que menos. Pero en esas seis décadas y media los cubanos nunca pudieron irse con la libertad con que se pueden ir hoy día. Como en el mundo normal, es cuestión de tener un pasaporte y dinero para volar. Con los años, el régimen se ha vuelto más pragmático. Sin ceder un ápice al control total del país, ha aprendido a adaptarse y sacarle provecho a sus aparentes “concesiones”. Ya solo son “gusanos” los disidentes. La gran mayoría de los emigrados son fuente de ingreso financiero al país o tal vez a las arcas secretas de la clase gobernante.

La gran operación de chantaje político y extorsión que el régimen montó con su homólogo de Nicaragua para contribuir con un cuarto de millón de cubanos a la frontera sur de Estados Unidos, ha encontrado respuesta de la Administración Biden. La larga experiencia le da al castrismo una ventaja sobre las administraciones de EEUU. Los dictadores solo tienen que sentarse a resistir y a esperar a que llegue otro presidente a la Casa Blanca, otro menos hostil o más comprometido tal vez con el tema de los derechos humanos. En definitiva, saben los tiranos que a EEUU en realidad no le importa un lugar tan pequeño y escaso de recursos. Cuba no está en el mapa de sus intereses globales. Sin embargo, la migración que viene de Cuba sí es de interés para Washington.

Fuente: Tweeter @Liamonalisa_85

Alivia pues una vez más EEUU la crisis existencial que tiene en las manos el castrismo: una población que no ve ni presente ni futuro posible en su país, un país que quiere abandonar su territorio físico y reinventarse en otros lugares. “Esto no sirve”, dicen a cada rato los cubanos de Cuba. Y lo dicen como si supieran si el lugar al que quieren irse les sirva de algo. Así es la desesperación, necesita una salida cualquiera sin más prioridad que la salida en sí misma.

Los enquistados gobernantes de la Isla descubrieron que mientras peor la pasen los cubanos, más y con mayor efectividad se puede usar el argumento del “bloqueo” y quedar como la víctima de un país poderoso. De ese modo, es EEUU el que siempre tiene que dar el primer paso o, a saber, todos los pasos. Los defensores del castrismo, sus voceros y mercaderes, relativizan la escandalosa cifra de cubanos que abandonaron su país en el último año. Los cubanos se van de Cuba, dicen estos, por la misma razón que los hondureños se van de Honduras. Como si la revolución cubana no hubiese triunfado hace 64 años y todavía continúa para liberar y hacer felices a los cubanos.

En todo caso, la de Cuba no es emigración masiva, es un desmembramiento de la sociedad. No es posible imaginarse una crisis peor para un país con escasísimo crecimiento demográfico y que encima pierde aproximadamente el 2% de su población en menos de dos años. Eso sería normal en Ucrania, que está siendo atacada con misiles rusos.

Y mientras esto sucede, un profesor de la Universidad de La Habana dice que el orgullo por ser cubano está en crisis. Que se haya arriesgado a decirlo en la TV del Partido Comunista, o que esta haya aprobado proyectar una imagen de libertad de expresión, no debería ser tan importante. Llega tarde de todos modos el profesor y todos aquellos oficialistas que quieran a estas alturas hacerse los sinceros y francos frente a las cámaras de la dictadura, para anunciar que ya no hay orgullo nacional, como no hay pan ni vergüenza tampoco. La pregunta es cuánto tardarán ahora los medios oficiales en analizar seriamente las causas del problema. Pero ya sabemos que cuando lo hagan, el “bloqueo” estará en el banquillo de los acusados.

Foto: USCG – Twitter

Se ha perdido el orgullo por ser cubano porque ante su indetenible fracaso, el régimen eligió destruir la nación en favor de su autopreservación. Nadie en su sano juicio quiere vivir en un país que se cae a pedazos, cada día más aceleradamente. Y menos si ese país está sometido por un grupo de personas que impone su criterio a la fuerza, incluso desafiando la realidad y que no tiene la decencia de admitir que su proyecto es un fracaso monumental. Aún si el castrismo decide un día reconocer su derrota y cambiar de rumbo, será responsable de la crisis de orgullo cubano en los años por venir. De nada le sirve a ningún país un nacionalismo trasnochado y dando tumbos, usado por un régimen en bancarrota que 64 años después necesita que el enemigo, la causa misma de su existencia, tenga que tirarle la toalla.

Fuente: Por Ariel De Castro Tapia, diariodecuba.com

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