Evasión por Nicaragua, un daño irreparable a la nación cubana
Por Dimas Castellano, diariodecuba.com (fragmentos)
En medio de la crisis más profunda de la historia de Cuba, cuyas últimas manifestaciones han sido las protestas cívicas extendidas a todo el país, el Gobierno de Nicaragua, después de impedir en 2015 el tránsito de emigrantes cubanos por su territorio rumbo a EEUU, anunció la entrada de los cubanos que deseen viajar a su país sin visa.
El efecto no se hizo esperar. Cubanos vendiendo sus pertenencias y aglomerados frente a las oficinas de la línea aérea Copa para comprar boletos, a pesar de que los precios se han elevado hasta rondar los 1.800 dólares. Es decir, Cuba está abocada a una nueva oleada de ciudadanos dispuestos a escapar a como dé lugar.
Estamos ante un nuevo episodio de los esfuerzos gubernamentales por obviar las inevitables transformaciones que la sociedad cubana demanda mediante el empleo de la emigración como válvula de escape y arma geopolítica.
La emigración se produce cuando las condiciones naturales o sociales impiden la satisfacción de las necesidades de los habitantes y/o amenazan sus vidas. Eso es lo que ha ocurrido en todas las épocas y lugares.
Desde la Colonia hasta la República, Cuba fue un país receptor de inmigrantes, lo que explica por qué, entre 1910 y 1925, la tercera parte de los españoles que emigraron hacia América se dirigieron a nuestra Isla.
Y que, a pesar de la cercanía geográfica de la mayor potencia económica del mundo, en 1959 los cubanos en EEUU no rebasaban los 125.000.
En dirección opuesta, desde 1961, cuando se implantó el “permiso de salida” y se reguló el tiempo de estancia de los cubanos en el exterior, el éxodo hacia el país vecino ha sido sostenido y creciente, al punto que los cubanos constituyen el tercer grupo de habitantes de origen hispano en EEUU.
En 1966 el Congreso norteamericano promulgó la Ley de Ajuste Cubano para que los llegados y los que llegarían por el puente aéreo solicitaran la “residencia permanente”. En 1996 se implantó la política de “pies secos-pies mojados”. Y en 1996 se implementó el programa parole para los médicos cubanos. Esas legislaciones constituyeron un aliciente, pero no son la causa de la emigración masiva de cubanos, que comenzó antes de ellas, lo que desmiente la afirmación de que la política estadounidense es responsable de que los cubanos decidan abandonar la tierra en que nacieron.
Con la Operación Peter Pan, entre 1960 y 1962 unos 14.000 niños salieron de Cuba. Entre 1965 y 1973 por el puerto de Camarioca y el aeropuerto de Varadero se marcharon 260.000 personas. En 1980 por el puerto de Mariel salieron 125.000. En 1994 escaparon otros 33.000, de los cuales 31.000 fueron retenidos en la Base Naval de Guantánamo.
En el siglo XXI por Centroamérica, Europa y otros países han escapado otras decenas de miles. Primero los de tez blanca, después de todos los colores y edades; antes y después del embargo de 1961, de la Ley de Ajuste de 1966, de las tímidas reformas emprendidas en 2008, y antes y después del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con EEUU en 2015.
A la salida masiva por Camarioca, el líder de la revolución respondió que “abriría el puerto de Camarioca para que se fuera todo el que lo desease”. Ante la de 1980, convocó a la Marcha del Pueblo Combatiente para demostrar al mundo el “apoyo masivo a la revolución”. Como castigo, a las embarcaciones que venían a recoger familiares se les obligó a incluir una cuota de reclusos y enfermos mentales y se instituyeron los actos de repudio que se mantienen hasta el presente. En respuesta a la salida de 1994 dijo: “o se toman medidas o no obstaculizaremos a aquellos que vienen a buscar a sus familiares”, lo que provocó una nueva estampida hacia el exterior. En 2015, cuando las salidas tomaron la ruta de Centroamérica se acusó a EEUU; pero en ningún caso, con excepción de la represión, se implementaron cambios al interior del país para evitar que los cubanos huyeran.
Uno de los efectos colaterales de la masiva emigración de cubanos ha sido el decrecimiento y envejecimiento de la población en Cuba al ritmo de los países desarrollados, pero sin economía para su sostenimiento, lo que representa una bomba de tiempo, con graves consecuencias sociales.
Ese proceso significa que los mayores de 60 años, que en 1990 era el 12,1% de la población, en 2010 llegaran al 17,8%; una progresión que apunta a que en 2030 —dentro de nueve años— los cubanos en ese rango de edad será el 30,8%. Es decir, con una economía deficiente, la población económicamente activa será cada vez menor. La diferencia con los países desarrollados con bajas tasas de fecundidad radica en que estos cuentan con altos índices de productividad del trabajo, lo que garantiza elevados niveles de vida.
Otro efecto colateral es la creciente descapitalización de profesionales, que constituía una de las ventajas comparativas de Cuba respecto al resto de los países de la región.
Ambos, el envejecimiento poblacional y la descapitalización de mano de obra calificada constituyen una amenaza al futuro de la maltrecha sociedad cubana.
De lo anterior no es difícil arribar a la conclusión que la emigración sostenida es imposible sin atacar sus principales causas: el modelo totalitario impuesto enemigo de la democracia y las libertades.
Como la cifra de los que desean abandonar el país es mucho mayor que las 20.000 visas anuales que concede EEUU, más allá de que ese acuerdo se cumpla o incumpla, el éxodo continuará hasta tanto se ataquen sus verdaderas causas.
Por todo ello, la entrada libre de los cubanos a Nicaragua responde a la conservación de los que ostentan el poder, quienes por su responsabilidad histórica y los intereses contraído en tan prolongado período de tiempo, no están dispuestos a cambiar nada que ponga en peligro ese poder, aunque el daño ocasionado a la nación cubana se torne irreparable.
Así de trágico puede resultar para Cuba el libre visado concedido por el Gobierno de Nicaragua.
(Publicado en El Kentubano, edición 149, enero 2022)