La Generación “Y” que marcó a miles de niños cubanos

Nací a finales de los 80, cuando las Yanisleydis estaban de moda; formo parte de esa generación “Y” que aún no llega a la tercera edad, pero que marcó la autenticidad de los nombres cubanos y de qué manera. De ahí que las versiones de los nombres con esta letra dieron al traste con los originales Juan y María de épocas anteriores. Ya no soy una millennial -aunque hoy ser millennials sea sinónimo de juventud- pero igual debo confesar que en algún momento me avergonzó el nombre: ¡sobre todo si te regañan en público!

Era común en mi barrio, a mediados de los años 90, que escucharas un: ¡ Yusimilesleydis ven a bañarte! Parecía que por “la libreta” distribuían esos nombres.

Lo cierto es que de aquella época hasta hoy mucho ha cambiado la forma de los nombres que en Cuba ponemos a un niño cuando nace, de ahí que hoy se impongan los anglosajones, versionados al español nuestro, el de actores de cine o personajes famosos, o hasta el de una telenovela brasileña.

Durante su mandato, el Papa Benedicto XVI pidió a los padres que utilizaran “nombres cristianos”. Así que Apple, Brooklyn y Ferrari se quedaron fuera, no así Francisco y Julia.

Nosotros tampoco escapamos de los nombres que se inventan en el momento de la inscripción o que son resultado de la moda. Así nos encontramos con Yesdasí, formado a partir de la palabra sí en Inglés, Ruso y Español; Osnaya, las siglas de la marina de guerra norteamericana; Yotuel, la unión de tres pronombres personales; Yudivian, Yurisander, Yumisisleidis y otros tantos que no tienen explicación.

Lo cierto es que “no pocos” en Cuba están ”inconformes” como consecuencia de la elección «errada» de sus padres en el momento de nacer. Puedo dar fe de ello, pues cuando vine a este país ni yo misma sabia como explicarlo, lo que en ocasiones me trajo muchos contratiempos.

-“Perdón… ¿cómo se escribe?”, me preguntaban, yo apenas podía responder y acepte en todas las variantes posibles que existen en el idioma. Dilemas a los que nos enfrentamos por las modas pasajeras.

Inventar nombres propios en la Isla es una práctica común que persigue la originalidad para llamarse de una manera “única e irrepetible”, aunque muchas veces el vocablo que surge es “impronunciable” y difícil de entender.

Las tendencias para escoger un nombre propio en Cuba incluyen la adaptación de palabras de otros idiomas, la formación de híbridos con los nombres de los padres, la inversión de palabras o puras extravagancias que no tienen explicación.

En Cuba también hay una tradición de herencia de nombres de otras culturas, como la rusa : Yuri, Boris, Tatiana, Yordanka, Katia, etc. y de usar topónimos hasta cierto punto exóticos para el Caribe como Yasnaya, Hanoi o Yakarta.

La ambigüedad de los nombres hoy “perjudica la proyección de la personalidad y contribuye al daño moral en un individuo frecuentemente instado a explicar su nombre y ofrecer toda una disertación de cómo se escribe, de dónde lo sacaron y quién lo inventó”.

No se trata de ser originales cuando nombramos a un niño, se trata de pensar con visión de futuro cuáles serán las consecuencias de nuestros actos. Una decisión que solo compete a los padres y que puede cambiar la vida de sus hijos.

Ilustrado con caricatura de Adán

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