Rostros locales: Oscar Puig, 24 horas del día no son suficientes para el deporte, la familia y su entrega comunitaria

Mi primera pregunta a Oscar Puig Corral fue: ¿Cómo logras hacer tantas cosas en 24 horas? Para este santiaguero, ex deportista y graduado de Derecho en Cuba, que llegó a los EEUU en el año 2016, construir una vida nueva en este país ha sido el fruto del esfuerzo y la constancia. No puedo negarles que me llama la atención cómo puede realizar tantas tareas en tan corto periodo de tiempo, pues tras una intensa jornada de trabajo siempre queda espacio para entrenar a su hijo en el deporte y ser parte activa de cada una de las actividades de nuestra comunidad.

Oscar, el deporte ha sido parte indiscutible de tu vida desde temprana edad. ¿Cuéntanos cómo fueron tus inicios?

Como casi todos los niños, era bastante activo y estuve en cuanto deporte pude, pero recuerdo con claridad el momento en que observe por primera vez una exhibición de karate. Fue en el estadio de béisbol José Martí de Palma Soriano y quedé fascinado, los saltos, las ejecuciones, las patadas, hasta la ropa que usaban los karatecas era algo que no se me quitaba de la cabeza.

Naturalmente, las películas de “patadas y piñazos” eran mis preferidas, así que poder ver de cerca algo de lo que veía en aquella pequeña salita de video local era algo fascinante. Luego, un gran amigo y hoy grandísimo maestro de artes marciales, Karel Pérez Hernández, quien ya practicaba karate por aquel entonces, comenzó a enseñarme los principios básicos y me llevó a mi primer dojo de karate. En japonés dojo es algo así como “lugar donde se practica el camino”. Aquel primer dojo era dirigido por una personalidad de las artes marciales en Cuba, el Sensei Wilson Benítez Moya quien me inició en una práctica ya digamos más institucionalizada.

Luego vino el transcurso por lo que en Cuba llaman la pirámide deportiva, área especial, etc. y francamente después vinieron problemas entre los dirigentes de las artes marciales en el país y se fue olvidando el verdadero significado y espíritu de las artes marciales que nada tiene que ver ni con reconocimientos ni con galardones.  Luego, ya en la universidad estudiando la carrera de Derecho, con el tema de los Juegos Deportivos Universitarios, volví a competir y a recuperar parte de ese gusto por los torneos. Fue una etapa que disfruté y de la que guardo buenos recuerdos en aquellos fortísimos eventos donde iban grandísimos atletas, la mayoría parte de las preselecciones y en algunos casos, selecciones nacionales.

¿Renunciaste al deporte en ese momento?

Desafortunadamente, la realidad cubana, bajo una dictadura, hace que uno tenga que postergar sueños, aspiraciones y gustos personales, y eso me pasó a mí, me separé del camino del karate por un tiempo hasta que llegué a Louisville y retomé la práctica bajo las enseñanzas del Sensei Cyna en Takanoko Dojo, donde sigo entrenando.

¿Qué sientes hoy al tener la oportunidad de poder enseñar y guiar a tu hijo en las prácticas de este deporte?

En el caso de mi hijo, no lo voy a negar, yo siempre quise tener un hijo para que fuera karateca y parece que la vida me está cumpliendo ese sueño, pues siendo Daniel bastante pequeño, yo le hablaba y le intentaba enseñar cosas, pero no fue hasta los 8 años que comenzó a practicar formalmente en el dojo Kentuckiana Shotokan Karate Do del Sensei Almonte Covington. Pocas cosas me enorgullecen más que verlo entrenar. Creo que la práctica constante del karate hará de él un mejor ser humano, apegado a valores tradicionales, a una ética de vida tan necesaria en estos tiempos, a confiar en su aprendizaje y sobre todo a ser un hombre de bien. Él va bien en el karate, ha ido venciendo sus exámenes de cambio de nivel, asistimos juntos a su primera competencia fuera de la ciudad, el Ohio State Qualifier bajo los auspicios del Programa Nacional de Karate de la AAU (Athletic Amateur Union). Por ahora se prepara para obtener una plaza para los Campeonatos Nacionales de este año y quién sabe, también tiene la opción de pelear por un cupo en la preselección de EEUU de su categoría.

Oscar, también formas parte activa de la Asociación Cubano Americana de Kentucky (ACAK), ¿cierto?

Yo creo que todos tenemos el deber moral de darle la mano al que recién llega y lo necesita, por eso he dicho que cada vez que se necesite de mí, ahí estaré, ya sea para servir de intérprete, para repartir alimentos o para ayudar en la vacunación de niños pequeños. Además, creo que todo lo que podamos hacer para levantar nuestra voz contra la dictadura que nos hizo dejar nuestro país, debería ser la primera obligación nuestra como emigrados. La ACAK concentra sus esfuerzos fundamentalmente en esas dos vías, ayudar a todo el que lo necesite y denunciar sin descanso los crímenes de la dictadura; ese camino pasa además por fomentar los valores que han hecho grande a esta nación y que son los mismos que perdimos en Cuba tras 1959. Realmente estoy muy orgulloso de formar parte de esta noble causa.

Por Yany Díaz, El Kentubano (Edición 152, abril 2022)

Exaltando, reconociendo, y aplaudiendo las buenas obras y a los líderes de nuestra comunidad…

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