Opinión: Bachelet dice adiós en medio de la peor crisis autoritaria y de derechos humanos en América Latina
La ex presidenta chilena Michelle Bachelet concluyó su gestión de cuatro años al frente del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU descartando presentarse a un nuevo mandato, y le dijo adiós a tal alta posición mientras que su región de origen, América Latina, está atravesada por la peor regresión democrática en décadas, con crisis de derechos humanos en varios países, que sencillamente no logró resolver en el cuatrienio de su mandato.
La llegada de Bachelet al Alto Comisionado de Derechos Humanos generó expectativas entre diversos activistas y organizaciones de América Latina. Ser oriunda de la región y siendo el español su idioma principal presagiaba un acento latinoamericano para sus cuatro años. Sin embargo, al dejar el cargo se han agudizado crisis en diversos países, incluso en dos de los cuales tuvo mandato expreso por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. En 2018, cuando comenzó en su puesto, Nicaragua vivió su más cruda represión por parte del régimen de Daniel Ortega, al tiempo que en Venezuela ese año Nicolás Maduro se entronizaba en el poder con una relección que desconocía ampliamente la comunidad internacional democrática. En ninguno de esos países pudo Bachelet mostrar avances sustantivos, pese a tener respaldo pleno del Consejo de Derechos Humanos.
Entretanto, una mancha de la gestión de Bachelet en relación con América Latina estuvo en su reiterada evasión de abordar la crisis generalizada de derechos humanos en Cuba, ni siquiera a posteriori de la masiva represiva que se implementó en la Isla por parte del castrismo en respuesta a las protestas ciudadanas del 11 de julio de 2021 (11J).
Pese a que pudo postularse para otro periodo, Bachelet adujo razones personales y mencionó su familia, pero podrían ser causas reales su interés en involucrarse en la política de Chile nuevamente o su desastroso manejo de la problemática de China, que le generó severos cuestionamientos de las principales organizaciones internacionales de derechos humanos.
Bachelet ha sido parte del socialismo chileno y en el marco de la llamada Concertación (con fuerzas de izquierda, centro y conservadores) fue presidenta de Chile en dos periodos: 2006-2010 y 2014-2018. Cada tanto en las redes sociales muestran de nuevo sus fotos, con rostro sonriente, junto a los ya fallecidos Fidel Castro, en Cuba, o Hugo Chávez, en Venezuela. Sus simpatías políticas han sido claras.
Su inserción en la ONU con un cargo de tan alto nivel, poco después de entregar el poder, tejió diversas especulaciones. Activistas consultados por DIARIO DE CUBA sostienen que la ex presidenta chilena tiene una fluida y cotidiana comunicación con el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y que fue este quien personalmente bregó para lograr el respaldo necesario en el Consejo de Ginebra.
En junio pasado Bachelet anunció su decisión de no postularse a un nuevo periodo en el Alto Comisionado. Aquella noticia fue sorpresiva incluso para el personal de la oficina de esta dependencia especializada en el seno de Naciones Unidas. Inmediatamente se especuló sobre su presencia en Chile.
Si Bachelet es o no una suerte de carta bajo la manga de última hora por parte del presidente Gabriel Boric para lograr adhesiones a la propuesta de una nueva Carta Magna, se verá precisamente este domingo 4 de septiembre, cuando se vote el plebiscito para aprobar o rechazar la nueva Constitución.
Desde otras latitudes, sin embargo, se hace una lectura distinta. Bachelet salió literalmente chamuscada de su visita a China, que cerró con la notable ausencia de posiciones críticas o de exigencias firmes al régimen de Beijing.
A fines de mayo, antes de que anunciara su retiro y antes de que emprendiera la polémica visita, el Departamento de Estado de EEUU calificó el viaje de “error” y advirtió que sería utilizado por el régimen chino con fines de propaganda.
Bachelet, según EEUU, no tuvo acceso directo para observar las violaciones graves de derechos humanos o para hablar con las víctimas, sin la mediación de las autoridades chinas.
El director ejecutivo de la ONG Human Rights Watch, Kenneth Roth, calificó de “desastrosa” la gestión de Bachelet en China, y subrayó que debería sucederla en el cargo alguien “menos diplomático” y más crítico frente a los abusos.
Roth aseguró que el viaje de Bachelet a China, que tuvo lugar entre el 23 y el 28 de mayo pasados, “no pudo beneficiar más el esfuerzo del Gobierno chino por ocultar las detenciones masivas y los abusos en Xinjiang”, donde la minoría uigur es sometida a una feroz represión, con campos de reeducación y de trabajo.
Amnistía Internacional (AI) reaccionó en parecidos términos. “La visita no abordó los crímenes de lesa humanidad de Xinjiang”, la región uigur. “La visita de la alta comisionada se ha caracterizado por sus fotografías con altos funcionarios del Gobierno y la manipulación de sus declaraciones por parte de los medios estatales”, cuestionó por su parte la secretaria general de AI, Agnes Callamard.
En América Latina, entretanto, en dos países sobre los que tuvo mandatos expresos, Nicaragua y Venezuela, el papel de Bachelet no ayudó a desactivar las maquinarias oficiales de violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos.
En el caso de Venezuela, Bachelet pasó de una posición pública muy frontal y crítica, en 2019, a tejer acuerdos con el chavismo en aras de que se permitiera la presencia en Caracas de funcionarios del Alto Comisionado de la ONU. Terminó suavizando su discurso.
En relación con Nicaragua, el régimen de Ortega y de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, sencillamente optaron por una política de oídos sordos a los planteamientos de la ex presidenta, quien terminó por manifestar su impotencia por la falta de diálogo con Managua.
Con Cuba, amparándose en una “falta de mandato por parte del Consejo de Derechos Humanos”, Bachelet eludió abordar la problemática de falta de libertades básicas en la Isla, junto con una crisis generalizada de derechos económicos y sociales. Ante los llamados de diversas organizaciones, la ex presidenta optó por el silencio.
En su mensaje de despedida como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet se definió como “una prisionera de la esperanza” y estimó que su logro más grande fue contribuir al reconocimiento del derecho a un medio ambiente sano y limpio como un derecho universal.
En su discurso final, tal vez para enmendar lo que tantas críticas le levantó, terminó por hacer frontales cuestionamientos a China. Acusó a Beijing de cometer graves violaciones a los derechos humanos en la región de Xinjiang, y además sostuvo que los abusos contra la minoría musulmana uigur pueden constituir crímenes contra la humanidad.
Fuente: Andrés Cañizares, diariodecuba.com