Cuba es un Maleconazo (y esta vez una crisis de los balseros no va a resolver el problema)

Dentro de pocas horas se cumplirán 28 años del estallido social ocurrido en La Habana y que hoy conocemos como “el Maleconazo”. Esas protestas espontáneas se han regularizado en Cuba al punto de que ya no es excepcional que cada noche, sobre todo en los pueblos que sufren largos apagones, un número indeterminado de personas protagonicen cacerolazos y lancen consignas contra el régimen.

Los acontecimientos del 5 de agosto de 1994, explicados durante mucho tiempo por el régimen como la confluencia de la crisis del eufemísticamente denominado “Periodo especial” y las presuntas incitaciones a emigrar de Washington, son hoy cotidianos sin que los medios oficiales hagan referencia a ellos.

Las circunstancias históricas son semejantes, mas no idénticas: a la grave escasez de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad, se suman hoy los peores apagones que hayan enfrentado los cubanos desde la década de 1990.

A todo ello, Fidel Castro buscó la solución de sacar vapor a la caldera abriendo las fronteras marítimas, para que todo el que quisiera escapar lo hiciera. En cambio, los micro estallidos de las últimas semanas se producen mientras Cuba encara su mayor éxodo en más de medio siglo, con cifras superiores incluso a la Crisis de los Balseros posterior al Maleconazo, o que su gran antecesor, el éxodo del Mariel.   

Las protestas de estos días son por múltiples razones, si bien en la mayoría de los casos estallan exigiendo solución para los apagones. Pero a ese reclamo se suman los familiares de presos del 11J que exigen su liberación, madres con niños que demandan una vivienda digna, y con ellos, se alzan los gritos de “Libertad”, “Díaz-Canel singao” y “Abajo la dictatura”, que conectan los acontecimientos recientes con el repudio al régimen que se hiciera explícito hace un año en decenas de ciudades cubanas.

Las protestas son difíciles de cartografiar hoy. A la manifestación de Los Palacios, en Pinar del Río, el 14 de julio pasado, han seguido protestas en más de tres decenas de ciudades y pueblos de al menos 13 provincias, según los reportes ciudadanos verificados por medios independientes y activistas en el terreno.

De acuerdo con el proyecto de verificación DeFacto, del medio digital El Toque, la primera protesta comprobada de la actual crisis energética se produjo en la Universidad Ignacio Agramonte de Camagüey, cuyos estudiantes lanzaron la consigna que luego se ha escuchado en otros lugares: “¡Pongan la corriente, pinga!”.

Según ese análisis, desde entonces y hasta la fecha se cuentan 25 protestas verificadas, que se han ido incrementando con el paso de los días. Por ello, las noches del 1 y 2 de agosto pasados se produjo la mayor cantidad de manifestaciones simultáneas.

DeFacto refiere que al día siguiente de la protesta en la Universidad de Camagüey, residentes de Manzanillo salieron a manifestarse después de más de 12 horas sin electricidad.

A mediados de julio se agudizó el panorama de hartazgo social, y decenas de residentes en Baracoa, en Guantánamo, se manifestaron en su Malecón el 15. El 19 la situación se reprodujo en el poblado Rosalía-Constancia, del municipio de Abreus, en Cienfuegos; el 22 en Colón, Matanzas; en Caibarién, Villa Clara; en el Reparto Lili, de Sagua la Grande, Villa Clara; y en Jagüey Grande, Matanzas.

La noche de esa propia jornada, la oficina de la Empresa Eléctrica de Tapaste, Mayabeque, fue incendiada por desconocidos.

El 23 se sumó Granma a la lista, cuando vecinos del barrio La Marina, en Campechuela, protestaron públicamente. Y el 30 hubo un estallido general que incluyó al Central Australia, en Jagüey Grande; el pueblo de Covadonga, en Aguada de Pasajeros, Cienfuegos (donde, según DeFacto, la tienda en MLC Arcoíris fue apedreada); y Bauta, en Artemisa.

La noche siguiente, Nuevitas, en Camagüey, también salió a la calle, y el 1 de agosto se sumaron a la lista el Reparto Tulipán y Caunao del Sur, en Cienfuegos; El Tibol, en San José de las Lajas, Mayabeque; Mabay, en Bayamo, Granma; Antilla, al norte de Holguín; Trinidad, en Sancti Spíritus; y Herradura, en Consolación del Sur, Pinar del Río.

El propio 1 de agosto, decenas de vecinos del reparto Vista Hermosa, en Santiago de Cuba, salieron a la calle para protestar a plena luz del día después de sufrir constantes apagones, y seis familiares de presos políticos del 11J se manifestaron ante la Catedra de La Habana exigiendo la liberación de sus allegados.

El martes 2, decenas de mujeres con niños cerraron el tránsito de una zona de la Autopista Nacional cerca del campamento de personas albergadas El Comodoro, en el Consejo Popular Calvario- Fraternidad, de Arroyo Naranjo, La Habana, exigiendo la presencia de Miguel Díaz-Canel.

Si a ello se suman las decenas de carteles contra el régimen que aparecen en lugares públicos de toda Cuba y los presuntos incendios accidentales que se producen en entidades estatales, más la epidemia de dengue que no hace más que expandirse, la situación está caldeada hasta extremos aún por imaginar.

¿Tiene remedio el régimen en esta ocasión para una crisis social ante la que no tiene otra solución que democratizar el país y entregar el poder? La salida ahora la tienen los cubanos en sus manos. Y todo parece indicar que ya se han dado cuenta.

Fuente: Por José Luis Reyes, diariodecuba.com

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