La industria turística cubana, ante la mayor debacle de su historia

De todas las industrias cubanas, la turística ha sido la que más inversiones ha recibido en los últimos 20 años (17.614 millones de dólares solamente en el período 2015-2020). Al mismo tiempo, dicha industria está inmersa en el peor fracaso de su historia. La prueba inobjetable de esta debacle es la cifra de visitantes arribados al país entre enero y noviembre de 2021: apenas 254.922.

República Dominicana, por su parte, cerró 2021 con 4.9 millones de visitantes , un contraste que dice mucho de lo bien que el Gobierno de ese país manejó la pandemia y la recuperación de su industria turística, en comparación con el desastre ejecutado por las autoridades cubanas.

Comparación del arribo de turistas a Cuba y República Dominicana en el 2021

La estrategia del régimen cubano de despreciar la adquisición de vacunas aprobadas por la ONU y apostar por las propias, ha terminado costando más de 2.500 millones de dólares a la industria turística nacional, además de otros 10.000 millones por el parón de la paupérrima economía y las nefastas consecuencias de la pandemia y de la caótica Tarea Ordenamiento.

Estos resultados evidencian que, para la industria turística del país, la próxima será una década perdida. Volver a alcanzar las estadísticas de arribo de visitantes lograda en 2018, de 4.7 millones, podría tomar unos ocho años. Así y todo, mucho tendría que cambiar en el manejo de la industria del ocio y en la concepción de cómo se descentraliza y se reestructura el turismo en el país. En el Caribe, el turismo es manejado en su mayor parte por empresas privadas, mientras que en Cuba es manejado por el Gobierno y por GAESA, la empresa de la elite militar.

Más allá, las inversiones turísticas en el Caribe son fuertes y están bien fundamentadas. Se corresponden con la dinámica del mercado. Su crecimiento se justifica con el de la demanda. De ahí el éxito de Republica Dominicana, Cancún, Rivera Maya y Bahamas, por solo citar a los competidores más fuertes de Cuba en la región. En esos países, las inversiones provienen de manos privadas. Una parte considerable de los inversionistas ven cómo su capital crece de forma segura año tras año, de mano de cadenas hoteleras que crecen vertiginosamente gracias a altos índices de ocupación, a una competencia basada en los precios y a la calidad de sus servicios, así como al confort que generan y que hace que los huéspedes regresen y recomienden estos destinos.

Las inversiones turísticas en Cuba, en cambio, han respondido siempre a los intereses monopólicos de la elite militar, controlada por la familia Castro. Al mando en los últimos años, el general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja ha escondido un sofisticado negocio de lavado de capital a partir de las remesas de emigrados y otras oscuras fuentes de financiamiento, para hacer crecer la red de hoteles de Gaviota S.A, empresa que maneja como propia, si es que no lo es. Las inversiones realizadas en los últimos cinco años no se justifican por los resultados alcanzados en el arribo de turistas, ni por los bajos índices de ocupación habitacional. Responden a intereses que ya hemos tratado en artículos publicados, y en otros que detallaremos próximamente.

El sector privado: la clave del éxito del turismo en la República Dominicana

La rápida recuperación del turismo en República Dominicana en tiempos de pandemia se ha debido a la eficaz estrategia adoptada por el Gobierno y a la pujanza y la fuerza del sector privado. La clave está en que, mientras el Estado regula, el sector privado ejecuta y opera las inversiones y las operaciones. Basta decir que en noviembre de 2021, los empleados formales dominicanos del sector turístico alcanzaron la cifra de 164.000, distribuidos en 6.882 empresas privadas de todo tipo (hoteles, centros de entretenimiento, marinas, restaurantes, agencias de viaje, empresas de transporte, etc.).

República Dominicana: el turismo 'está a punto de colapsar' | Economía

En República Dominicana, el sector privado participa libremente en todas las actividades comerciales hoteleras y extra-hoteleras, lo cual incluye venta de boletos aéreos, hospedaje, renta de autos, comercio minorista (tiendas, centros de entretenimiento, restaurantes…) y la organización de excursiones por todo el país. Los ciudadanos dominicanos encuentran en el turismo una fuente de empleo y de generación de riquezas en todas sus dimensiones. La libre competencia convierte el mercado en competitivo: cada empresa trata de ofrecer el mejor servicio y los mejores precios para llevarse al cliente.

La diversidad de ofertas para el entretenimiento en República Dominicana es diversa. Las excursiones incluyen paseos a caballo, visitas a la isla Saoma, a fincas, ríos, cuevas, plantaciones de tabaco, cacao, café, etc.

Cuando al cierre de octubre Cuba registraba la llegada de apenas 203.806 visitantes acumulados desde el mes de enero, República Dominicana reportaba que el 89% de sus habitaciones se hallaban operativas, y el país ya sobrepasaba la cifra de cuatro millones de turistas extranjeros acumulados en el año.

En octubre de 2021, de las habitaciones hoteleras operativas, el 73% estaban ocupadas, llegando al 78% de ocupación los fines de semana. El 86% de los huéspedes eran de origen extranjero. Este nivel de ocupación hotelera era similar a los niveles de ocupación de los años previos a la pandemia. Como muestra de esta probada recuperación y de la vuelta a la normalidad, en noviembre se aprobaron cuatro nuevos proyectos turísticos con inversiones estimadas de 91 millones de dólares, concentrados en las provincias de La Altagracia, La Romana y Samaná.

Cuba: la otra cara de la moneda

A diferencia de Republica Dominicana, en Cuba la mayoría de las operaciones comerciales relacionadas con el turismo son controladas por el Estado. Con la excepción del alquiler en casas particulares y los servicios de restaurantes privados conocidos coloquialmente como “paladares”, todo lo demás —centros recreativos, marinas, excursiones— es de control estatal. El sector privado no tiene oportunidades de participación en estas modalidades. En las pocas en las que actúa, encuentra fuertes regulaciones, altos impuestos, y el límite de tener licencia para una única actividad. Por tanto, la oportunidad de expandir sus operaciones con recursos propios es nula. De igual manera, los cuentapropistas cubanos no tienen oportunidad de asociarse con inversores extranjeros, ni siquiera a través de una MIPYME, en las modalidades recientemente aprobadas por el Gobierno para permitir el sector privado.

En un país en el que los recursos financieros escasean, producto de la ineficiencia y la obsolescencia del sistema, el Gobierno es incapaz de crear las condiciones necesarias para que los propios ciudadanos puedan participar en operaciones comerciales turísticas, privándolos de sus derechos para generar riquezas. El Gobierno tampoco crea oportunidades de negocios que podrían generar decenas de miles de empleos, por lo que no solo deja de contribuir al bienestar económico de miles de familias, sino al desarrollo económico general del propio país.

Por otro lado, la imagen de país que el Gobierno está dando ahora mismo dista mucho de la que los competidores de la región ofrecen al turismo internacional. Cuba proyecta la imagen de un pueblo esclavo, triste, destrozado en su infraestructura. La pobreza y la represión causada por el régimen opacan la belleza de los paisajes y las playas del país. Los cubanos que trabajan en el sector del turismo en las compañías del Estado —ya sea en hoteles administrados por empresas extranjeras o no— perciben bajos salarios, por lo que tienen que robar cuanto insumo puedan para hacer rentable su jornada de ocho horas. Los salarios en dólares que supuestamente debería pagar el empleador extranjero a los trabajadores van a parar a las arcas de GAESA, mientras los trabajadores reciben sus salarios en pesos (CUP) devaluados, con los que no pueden comprar los alimentos y productos que necesitan en las tiendas dolarizadas, también controladas por GAESA.

Los pocos turistas que llegan a la Isla son de mala paga, y apenas dejan propinas, pues ya vienen con sus paquetes “todo incluido”. Muchos se quejan por el servicio que reciben. La mezcla de marketing que ha diseñado GAESA para atender el mercado turístico no funciona. La fuerza laboral tiene la moral baja y la autoestima por el suelo, su prioridad es tratar de sobrevivir en un país esclavo. Esa masa no siente el negocio como propio, no es feliz y no disfruta su salario, pues el fruto de su sacrificio no va a parar a sus manos, sino a manos de quienes los explotan. Esto explica la apatía, la angustia y la tristeza que los turistas perciben cuando tratan con empleados cubanos. Por eso no repiten ni recomiendan la Isla como destino turístico.

Esta es la razón por la cual la belleza de Cuba desaparece ante la ignominia de quien explota y cercena los derechos de la población. La hospitalidad espontánea y alegre que siempre caracterizó al cubano se ha diluido en el tiempo.

¿De qué vale entonces hacer millonarias inversiones en hoteles en los que muy pocos se hospedan? Solo basta con echar un vistazo a las estadísticas para comprender cómo la emisión de turistas a la Isla por parte de los principales mercados se ha reducido prácticamente a la nada.

Los principales mercados emisores de turistas a Cuba disminuyeron en más de un 94% el envío de turistas a la Isla tanto en 2020 como en 2021, en comparación con 2018 y 2019. Hay que destacar que solo los mercados de Canadá, la comunidad cubana en el exterior (CCE) y EEUU en su conjunto, representaron el 49.82%, 52.44% y 56.89% del total de los turistas recibidos en 2018, 2019 y 2020 respectivamente, lo cual explica claramente la alta dependencia de Cuba de estos tres mercados, claves en los últimos cinco años.

Sin duda, recuperar estos mercados a los niveles de 2018 y 2019 será prácticamente imposible a corto y mediano plazo. La causa principal no será solo la pandemia y las restricciones que esta representa para la industria turística a nivel mundial, sino también la monopolización y concentración del negocio en manos de las empresas estatales, principalmente militares, con una muy reducida participación del sector privado y además con muchas limitaciones. También, por el impacto del Gobierno en las relaciones con EEUU, las cuales tendrán un peso trascendental en los escenarios que se prevén para los próximos años.

A lo anterior habría que sumar la afectación que genera la crisis de alimentos que vive el país, y la crisis política a raíz de las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen y condenadas por la comunidad internacional, sobre todo tras las protestas del 11 de julio.

Conclusiones

Si fuéramos a listar los fracasos más notorios del Gobierno de Miguel Díaz-Canel, sin duda alguna la debacle de la industria turística estaría entre las más destacados. La pérdida de 2.500 millones de ingresos en 2021 y prácticamente una cifra similar en 2020, muestran la falta de visión estratégica de un Gobierno que ha invertido más de 17.000 millones de dólares en los últimos cinco años para hacer crecer una industria ahora sepultada por malas estrategias.

Pero lo peor no es esto, sino los daños colaterales y el efecto terrible que la debacle ha tenido en la población y en la propia economía del país.

En primer lugar, el haber privado a un pueblo entero de los recursos necesarios para resguardarlo de la pandemia mientras se dilapidaban miles de millones de dólares en la construcción de lujosos hoteles. En segundo lugar, las secuelas que quedaron en cientos de miles de familias que perdieron a sus seres queridos por la falta de medicamentos y atención médica adecuada. En tercer lugar, el daño infligido a las industrias ligadas al turismo, generando cierres de empresas, pérdidas millonarias y desempleo. En cuarto lugar, la profunda pérdida de liderazgo en la región, al ceder una cuantiosa cuota de mercado a la competencia, lo cual dificulta aún más una recuperación de la industria.

Salir de esta situación será muy difícil y tomará años. Sacar del hueco a la principal industria del país, la que más empleo ha generado en los últimos años, no solo requiere de reformas profundas y audaces que impliquen la descentralización. Requiere además de libertad empresarial y ciudadana, además de un fuerte cambio de imagen.

Los turistas no sienten atracción por un mercado donde los ciudadanos locales tienen que hacer seis horas de cola para comprar un pedazo de pollo, donde la policía golpea y encarcela a un ciudadano por pedir libertad o protestar pacíficamente para exigir sus derechos, y mucho menos donde se condena a 25 años de cárcel a un turista con doble nacionalidad (en este caso cubano-alemana) por filmar una protesta ciudadana. Tampoco se sentirán atraídos por un mercado que te obliga a pagar 150 dólares diarios por estar en aislamiento en un centro en condiciones deplorables, con pésima higiene, mala alimentación y una atención medica de quinta categoría.

Para colmo de males, la pandemia no parece tener fin. Las nuevas variantes de Covid-19 serán un gran desafío para la industria turística a nivel mundial, de la cual un país pobre y sin recursos financieros como Cuba no va a escapar. De hecho, la cuarta ola ya crece en la Isla a paso acelerado, como han reconocido las propias autoridades, dando lugar a que varias aerolíneas comiencen a suspender unos vuelos a Cuba que habían reanudado hace solo unas pocas semanas, tras casi 20 meses sin actividad.

Pero esta realidad y los demás males que hoy padece la industria turística cubana parecen estar fuera de la utopía de continuidad que trata de imponer el régimen de Miguel Díaz-Canel y del general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. Mientras tanto, la Isla se sigue hundiendo en la miseria, dando pie a que las protestas ciudadanas vuelvan a explotar en cualquier momento.

Por Emilio Morales, diariodecuba.com

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