Opinión: Algo huele mal en Cuba y presagia más hambre

Mientras con una mano el Gobierno gasta 1.500 millones de dólares construyendo hoteles, con la otra reduce las importaciones de comida y la inversión en agricultura.

No habían terminado en Varadero los camareros de recoger las mesas del fiestón de clausura de la Feria Internacional de Turismo FITCuba-2022, cuando ya los rescatistas y bomberos buscaban víctimas entre los escombros de lo que quedaba del Hotel Saratoga en La Habana.

“¡Bomba!”, era lo que repetían los miles de transeúntes que rodeaban nerviosos los restos mortales del icónico edificio. A una señora, uniformada de enfermera, se le escuchó decir con evidente cólera: “no me extraña, si con el hambre que hay esta gente no hacen más ná que hoteles”.

Y no fue bomba, dicen que fue un accidente, pero la enfermera tenía razón: esta gente, el Gobierno castrista, levanta hoteles a un ritmo tal que un observador despistado pensaría que gobiernan un país donde la educación, la salud, la alimentación y las infraestructuras están, como poco, en muy buena situación, solo así se entendería que el país invierta en Salud Pública y asistencia social 44 veces menos que en desarrollo turístico e inmobiliarias para extranjeros.

Repitámoslo: el “muy humanista” Gobierno castrista dedica 44 veces más inversión a hoteles que a infraestructura hospitalaria. ¿Hace falta decir cómo están los hospitales de este país? A los hospitales para el pueblo nos referimos; las clínicas para extranjeros, las de los militares y las de los políticos son cuestión aparte.

Pero la enfermera habló de hambre, un hambre de pueblo que contrasta con las recurrentes fotografías que incendian las redes sociales, de banquetes a los que asiste la plana mayor del castrismo, alegremente, celebrando eventos oficiales entre vinos y tapas tres estrellas Michelin.

Hambre hay porque la agricultura no levanta ni con las muy cacareadas “63 medidas”. La producción de viandas, frutas y hortalizas está estancada en niveles muy inferiores a las 30 libras per cápita mensuales que el Gobierno lleva años prometiendo, y en 2021 la producción de arroz, base de la alimentación popular, cayó un 15%, mientras que proteínas como la carne bovina, los huevos y la leche cayeron un 13,5%, un 10,5% y un 16%, respectivamente, y la carne de cerdo batió récords negativos (se desplomó un 53,5% más, después de la caída del año anterior).

Por supuesto, dedicando a la agricultura 13 veces menos inversión que al turismo es difícil reducir el hambre. Lo leyeron bien, la agricultura, que emplea casi el 20% de la mano de obra en Cuba y que podría sustituir los 2.000 millones en importaciones anuales de alimentos que ahora necesita el país, solamente recibe una treceava parte de la inversión que recibe el turismo. Pero eso no es todo, ¡hay más y es peor! En 2021, en agricultura se invirtió solo la mitad de lo hecho en 2020 ¿Cómo no va a haber hambre en Cuba?

Para colmo, y ya esto es aberrante, mientras con una mano el Gobierno gasta 1.500 millones de dólares construyendo hoteles, con la otra reduce las importaciones de arroz vietnamita, a la vez que, como vimos, se reduce la producción nacional. Además, ha importado solo 74,4 millones de dólares en pollo, prácticamente la única proteína en la mesa del cubano, durante el primer trimestre de 2022. ¿No podían, como mínimo, importar el doble de pollo, ya que el precio de sus proveedores norteamericanos no ha subido?

Es verdaderamente indignante el manejo que hace el castrismo de los recursos de la nación; no hay justificación económica para dedicar el 43% de la inversión nacional a un solo sector cuando el país está, literalmente, cayéndose a pedazos cuando no explota. Nunca ha tenido sentido esa agresividad en turismo, convirtiéndolo en un importador de todos los insumos que necesita y no se producen en Cuba por falta de otras inversiones, lo que reduce enormemente su margen de beneficios.

Pero menos sentido tiene continuar invirtiendo al mismo ritmo, como si una pandemia no hubiese detenido al mundo durante dos años, deprimiendo como nunca la demanda de viajes de ocio; como si no hubiesen muchos hoteles en Cuba cerrados, porque las más optimistas previsiones para 2022 estiman que llegarán solo 32 turistas por habitación, cuando en 2018 eran 69 (que tampoco es la gran cosa); y, sobre todo, cuando el mundo está al borde de una recesión económica sin precedentes que impactará, con toda violencia, sobre el turismo barato y monótono que vende Cuba.

El porqué el castrismo hace esto es un misterio, pero algo está clarísimo, no se puede estar haciendo algo tan meridianamente malo durante tanto tiempo por buenas razones, algo turbio hay detrás: ¿lavado de dinero, comisiones y coimas bajo mesa, inversión directa en las empresas extranjeras que participan en la fabricación de los hoteles, previsión para tener suficientes propiedades que repartir entre oligarcas que se alistan a despedazar y repartirse Cuba si cae el castrismo? Ante la falta de evidencias, lo único que se puede decir, parafraseando a Shakespeare, es que, si “algo huele mal en Dinamarca”, al calor del trópico la fetidez es inaguantable.

Por Rafaela Cruz, diariodecuba.com

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