Opinión escrita: Estrategia de supervivencia

Asfixiado financieramente por la falta de créditos, atrapado por la involución del sistema, por su condición irreformable y por la catástrofe de la Tarea de Ordenamiento —derivada en una inflación de más de 6,900%—; quedando en su mano la aplicación del terror como única alternativa para controlar y enfriar la protesta ciudadana, el régimen cubano ha echado a andar su estrategia de sobrevivencia, basada en la división familiar, como vía más eficiente y audaz para autofinanciarse.

Para ello ha regresado con urgencia al millonario negocio de las mulas, operación calculada para tomar un segundo aire y tratar de sobrevivir a su propia renuncia de emprender reformas económicas que liberen las fuerzas productivas, y a la tormenta perfecta generada por el Covid-19.

Dada la profundidad de la crisis y la perspectiva de que la situación no va a mejorar en el corto plazo, el régimen ha extendido la exención de impuestos arancelarios a la importación sin carácter comercial de alimentos, productos de aseo y medicamentos, por la vía de pasajeros con equipaje acompañado, sin límites en valor y cantidades, hasta el 30 de junio de 2022.

Según el comunicado oficial, la prórroga se debe “al recrudecimiento del bloqueo económico, financiero y comercial del Gobierno de EEUU contra nuestro país y el impacto de la crisis económica mundial provocada por la Covid-19”. La nota no menciona la ineficiencia de un modelo económico que impide a los cubanos generar riquezas en un mercado de libre empresa, basado en la oferta y la demanda. Mucho menos menciona el mal manejo de la pandemia, que hizo colapsar el sistema de salud y redujo a la nada la industria del turismo.

Antecedentes

Ya con Trump ya en la Casa Blanca, los viajes de cubanoamericanos a la Isla siguieron en aumento, hasta alcanzar los 552.895 viajeros en 2019. Solo en habilitación de pasaportes, esta cifra representó ingresos al Gobierno cubano por valor de 248.8 millones de dólares. Más del 50% de estos viajeros se hospedaron en hoteles con sus familiares en la Isla y rentaron autos a las agencias del Gobierno, dejando ingresos de aproximadamente 500 millones de dólares. Además, solo en pasajes aéreos, los cubanoamericanos desembolsaron unos 221 millones de dólares en 2019. Por su parte, las mulas digitales dejaron ese año en las arcas del Estado poco más de 300 millones de dólares en recargas telefónicas. A esto hay que sumar los impuestos de aeropuerto, que sumaron 13.9 millones de dólares, y el pago de aranceles por importación de mercancías, estimado entre 66.3 y 82.9 millones de dólares. Todos estos rubros totalizaron un estimado de entre 1.300 y 1.366,6 millones de dólares. A esto hay que sumar el valor de las remesas, tanto en efectivo como en mercancías. En total, un aproximado de ocho billones de dólares en 2019.

Para 2020 las cosas iban a cambiar, pues a comienzo de año entraban en vigor las medidas que limitaban los vuelos regulares y chárter a la Isla desde EEUU, los cuales habían sido limitados solamente a La Habana y en un número restringido, por lo que se esperaba un declive de estos ingresos en comparación con 2019. Sin embargo, nadie contaba con la aparición de ese enemigo invisible que pondría patas arriba la economía mundial e impactaría fuertemente en la cubana: el Covid-19.

Este escenario paró en seco los vuelos hacia y desde la Isla, por lo que el negocio de las mulas se redujo a cero.

¿Dónde estamos ahora?

Para entender dónde estamos ahora basta echar un vistazo a la estadística de vuelos a Cuba procedentes de EEUU en el período 2014-2021.

De 12.989 vuelos en 2019 se pasó a 2.529 en 2020 y a 542 en 2021, para un declive del 78.56% con respecto a 2020 y de 95.82% con respecto a 2019.

Es fácil comprender que el mercado cubano dejó de ingresar prácticamente entre 2.500 y 3.000 millones de dólares anuales por concepto de importación de mercancías derivado de los viajes de los emigrados en los últimos dos años. A esto hay que sumar los ingresos colaterales que perdió el régimen cubano por la anulación de los viajes, y el declive de las remesas en efectivo, tanto por las vías formales como por las informales.

¿Hacia dónde vamos?

Así las cosas, no nos sorprendamos si dentro de seis meses, en lo que se alivia un poco la tensión social por la escasez de alimentos, medicamentos y productos de aseo en la Isla —que pudiera cubrirse en gran parte con la gestión de las mulas—, el Gobierno haga una amnistía general y libere a los presos políticos que participaron en las protestas del 11 de julio y que en estos días reciben severas condenas, con la idea de aflojar tensiones y cimentar un nuevo “engagement”.

Tampoco nos sorprendamos si la Iglesia católica negocia secretamente la salida de muchos de estos presos políticos hacia España. No sería la primera vez que lo hace. Por otra parte, el nulo resultado de las comisiones creadas por la Casa Blanca para estudiar y resolver el tema de los ataques sónicos a diplomáticos norteamericanos en La Habana, el acceso a Internet y el envío de remesas a la Isla sin que estas pasen por las manos de los militares, ha devenido en un enfriamiento de la situación.

Sí, Washington sancionó a funcionarios del Ejército y del Gobierno cubanos que impidieron las protestas del 15 de noviembre. También acaba de señalar a la Isla como un santuario para el terrorismo. Sin embargo, la maquinaria de los viajes a Cuba ha comenzado a rodar, aliviando por una parte la extrema escasez de productos que padece la población, pero al mismo tiempo, dando una bocanada de oxígeno al régimen, que va a llevarse una tajada financiera de esta “puerta comercial humanitaria”.

No cabe dudas de que una vez aplastadas las protestas a golpe de golpizas, torturas físicas y psicológicas a miles de detenidos, detenciones forzosas que han incluido a mujeres y menores de edad, el exilio forzoso de opositores y altas condenas de cárcel a decenas de personas, el régimen trata de pasar página tratando de forzar un espurio “engagement”.

Es por ello que, al margen de cómo se traten en Washington los hilos del poder respecto a las relaciones con el régimen cubano y el tratamiento al pueblo, es el exilio el que tiene que tomar cartas en el asunto respecto a cómo ayudar a su propia gente, evitando beneficiar a la dictadura que nos oprime y nos divide como pueblo y como familia. Es nuestra responsabilidad individual la que debe guiar nuestras acciones para ayudar a los nuestros y, a la vez, no beneficiar a la dictadura.

Cuba no necesita un puente humanitario, lo que necesita es un puente libertario que ayude a eliminar ese oprobioso régimen de una vez por toda y traiga felicidad y prosperidad.

Basado en el artículo de Emilio Morales, diariodecuba.com (Fragmentos)

(El Kentubano, edición 150, febrero 2022)

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