Opinión: Esquela definitiva u oda a la desmemoria

Por Ramón Muñoz Yanes 

¿Te gustaría no haber emigrado? ¿Crecer con la familia reunida los domingos, no prescindir del último adiós a ningún ser querido, vivir de vuestro trabajo, sentir el olor inconfundible del barrio, ver envejecer con sus nietos a la que fue la novia de primaria, poseer una tumba familiar junto a los abuelos, no tener que hacer sinónimos Cuba y lejanía? Todo ello, en medio de prosperidad y riqueza acumulada por la familia, libres de opinión, sin temores, sin una ideología que te circunnavega desde que abres los párpados, sin tener que demostrar más lealtades que a quien amas, en fin, vivir en paz y libertad.

Todo ello era posible, en la Cuba de nuestros abuelos. A todo lo que cercenó a punta de bayoneta y sangre, este ideal de vida posible en una república, a todo lo que violó el legado de libertad obtenido tras treinta años de manigua, a todo lo que te obliga a vivir lejos para lograr el bienestar de tus hijos, a todo lo que te obligó a exiliarte, a los responsables de tantas lágrimas, les cantó y versificó, Pablo Milanés.

¿Un excelente músico y compositor? Sí, indudablemente. ¿Qué vivió de espaldas a la libreta de racionamiento, a las colas, a las madres que quitaban el minúsculo pedazo de carne de sus platos para darlo a sus escuálidos hijos, a los niños sin leche por el delito de cumplir siete años, a miles de ahogados en el Estrecho de La Florida, a tanta cubana vendiendo la entrepierna para alimentar al hijo? Sí, también es cierto. No hay talento hermoso que baje la cerviz ante el hambre de sus hermanos, ninguna muerte en un paredón es justa, ni tildar de gusanos a quienes piensan diferente.

Llevamos más de seis décadas bajo una dictadura, una parte de los cubanos han crecido apuntados por una ideología, la otra parte ha tenido el gatillo en su mano. Bendito soy como dijo Tagore, de pertenecer a los que aplasta la rueda de la historia, a los que nos duele cada muerte, a los que rezan cada noche por cada niño asesinado en remolcadores y balsas, por cada preso de conciencia, por cada abofeteado por el esbirro de turno.

¿Usted cree que fue un trascendental músico? Yo también, pero el de la calle Paula dijo con ese verbo encendido que poseía, que “…no hay espectáculo más vergonzoso que un talento servil…” y tenía toda la razón que otorga la luz, de los que defienden a todos por igual. Cuba es más que socialismo, más que revolución, más que Pablo Milanés, más que toda ideología, Cuba es todos y cada uno de los cubanos. ¿Qué fue un excelente músico? Es incuestionable.

¿Un buen cubano? Definitivamente, para mí, no. Cante usted que es libre de hacerlo, yo canto libertades y no a tiranos.

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