Opinión: ‘Pioneros contra el comunismo, robaremos todo lo que podamos’

‘Hoy, sin el robo agrícola y pecuario, millones de cubanos no podrían alimentarse, cuando a los nueve o diez días se acaba lo poco que reciben por la libreta mensualmente.’

Cuando el aventurero argentino Ernesto Guevara en su carta a la Conferencia Tricontinental de La Habana (1966) enunció las características del “hombre nuevo revolucionario”, dijo que debería ser “una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”, pero olvidó un detallito: también necesariamente debe saber robar de todo, como sea, y sin que lo capturen nunca.

Es eso lo que ocurre en Cuba hace décadas, agravado ahora con la crisis ya terminal del castrismo. Se roba de todo en todas partes. Y a más hambre, más productos agrícolas y pecuarios desaparecen de las granjas estatales y de fincas privadas.

¿Y quiénes roban? Precisamente, son todos “hombres nuevos”. Los que de niños eran obligados a jurar cada mañana escolar: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

¿Hay robos masivos en los campos de Argentina, Perú, Ecuador o Costa Rica? ¿Por qué en Cuba sí?

Para empezar, nunca antes hubo en la república “burguesa” cubana robos masivos en los campos. Pero 65 años después hay hambre, y la mafia gubernamental encabezada por Raúl “El Cruel” (que en 2007 prometió un vaso de leche para cada cubano), en vez de liberar a los campos del acogotamiento comunista para que haya más producción agropecuaria, lo que hace es organizar patrullas paramilitares para impedir lo robos campo adentro. Total, al final esos patrulleros “revolucionarios” roban más que los aficionados individuales. Y si son sorprendidos saben “mojar” con viandas y frutas a sus captores, y si te vi no me acuerdo.

¿Son ladrones, o comerciantes furtivos hijos del comunismo?

Hoy el hambre golpea duro en la Isla y los antiguamente llamados “asaltantes de caminos” en la manigua cubana constituyen hoy una sui generis red furtiva de comercio privado agrícola mayorista, que el comunismo ha sido incapaz de crear.

Por eso los cubanos sin daño antropológico en su cerebro no critican los robos agropecuarios, ni “chivatean” a sus autores. Los consideran sus salvadores. Constituyen una de las dos principales fuentes abastecedoras del mercado negro, el que en verdad alimenta, viste y calza a los cubanos.

La otra gran fuente son los campesinos que se arriesgan a ir a la cárcel o recibir multas exorbitantes por no cumplir con la entrega del 80% de sus cosechas al Estado, y venden “por la izquierda” parte de sus cosechas.

Fluyen desde la Isla los reportes de periodistas independientes sobre el aumento exponencial de los robos en granjas estatales y también a campesinos y usufructuarios de tierras. Hace unos días se supo que en la granja estatal La Cuba (unas 4.000 hectáreas) pululan los robos de plátanos y platanitos. Policías locales confiscaron cerca de 70.000 libras de plátano fruta robadas allí, que iban en tres camiones para el mercado negro. En otros dos municipios avileños (Primero de Enero y Bolivia) fueron decomisadas otras 90.000 libras de plátanos.

Pero los avileños mayormente aplauden esos robos. Si no fuera por los plátanos robados que compran en el mercado negro, muchos no los podrían comer, pese a que allí se cosechan, pues en gran parte son llevados a los restaurantes y hoteles de GAESA en todo el país. Otros van para la casta militar y civil dictatorial, sus familias y allegados, y otros se los cogen los policías para su consumo y para revenderlos a sobreprecio.

Claro, no solo plátanos salen por la “puerta de atrás” de las granjas. Un campesino, que prefirió no dar su nombre, dijo al periodista independiente Osmel Ramírez, en Holguín: “Como ya no hay puercos, roban más reses”. En Camagüey se roban entre 30 y 120 vacas diariamente, según reportes oficiales, que abastecen el mercado negro de La Habana, Varadero, y otras ciudades.

Sin el robo de vacas en Cuba, prácticamente solo los turistas extranjeros y los vividores en el poder podrían comer carne bovina. Ya muchos cubanos casi han olvidado a qué sabe un buen filete de res. Infinidad de niños y adolescentes nunca lo han probado. En 1958 había en Cuba 6,6 millones de vacunos para 6,5 millones de habitantes, y hoy hay 3,6 millones de vacunos para casi el triple de habitantes, y en el puro hueso de flacos. Actualmente el consumo per cápita de carne vacuna en Cuba es inferior a las 1,2 libras mensuales en Gambia, el más bajo de Africa.

“Todo es según el color del cristal con que se mira”

Los robos afectan también a campesinos, incluyendo agresiones con lluvias de piedras para llevarse el botín, como le pasó hace unos días a Jorge Virella, dueño de una finca en Ciego de Ávila. “Anoche casi me matan”, dijo el agricultor. “Los plátanos ya están raquíticos y el robo de racimos empeora la cosa. Vienen los bandoleros en carretones y te comen a pedrá limpia”.

Es triste esta pérdida de valores ancestrales en la sociedad cubana, y el surgimiento de “valores” emergentes nada plausibles, pero es que resultan de vida o muerte. Es lamentable porque no importa si unos ladrones roban a pedradas y otros lo hacen silenciosamente, al final el resultado es el mismo. En ambos casos se apropian de bienes ajenos.

Pero, mucho ojo, es la dictadura misma la que compulsa a robar. Eso modifica el prisma para la percepción cubana del “robo alimentario”. ¿Es delito, o no lo es? Y aquí cobran una vigencia abrumadora los versos del poeta español Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”.

Porque el robo va contra la decencia, la ética, la moral, y la ley (en países normales). Y lanzarle piedras a un campesino para robarle es obviamente un delito de agresión y un abuso. Pero ante el hambre por la incapacidad socialista de producir alimentos, emerge la necesidad aberrante de sacarlos entonces de los campos a como dé lugar, subrepticiamente, o “a lo descarao”.

Defensa propia de los “de abajo” contra los “de arriba”

Y esa práctica del hurto para comer y subsistir devino derecho cubano de defensa propia de los abusados de “abajo” contra los abusadores de “arriba” parodiando al escritor mexicano Mariano Azuela. Este sui generis derecho popular de defensa propia de los de debajo solo desaparecerá cuando se desmantele de raíz el absurdo modelo comunista.

En fin, el vandalismo en los campos cubanos es otro “logro de la revolución, tan cubana como las palmas”, como la vendió al mundo el encantador de serpientes Fidel Castro, y que hoy hasta en Washington no pocos encantados escorados a babor siguen venerando.

Hoy, sin el robo agrícola y pecuario, millones de cubanos no podrían alimentarse cuando a los nueve o diez días se acaba lo poco que reciben por la “libreta” mensualmente. Además, los robos impiden que se pudran en los campos miles de toneladas de productos porque el monopolio Acopio no tiene camiones suficientes, o gasolina para ir a recogerlos. Y porque el régimen no permite que los campesinos lleven sus productos ellos mismos a las ciudades y los vendan por su cuenta antes de que se pudran.

Al final, argumentos a un lado, sin duda alguna cuando en Cuba se roban productos en una granja estatal se cumple lo de “ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”, pues se roba al mayor ladrón de la nación, al Estado comunista y la cleptocracia mafiosa que lo mangonea y vive la dolce vita a costa del hambre y la pobreza de la población.

Porque quienes sí roban de verdad en grande, sin límites, e impunemente, son los vividores de la cúpula dictatorial. ¿De dónde salen los almuerzos y cenas a lo Calígula en sus madrigueras amuralladas? ¿De la “libreta”? ¿De los desabastecidos agromercados? ¿Tienen acaso sueldos de 2.000 o 4.000 dólares mensuales para comprar en las shopping todo lo que sirven en sus festines?

La conclusión aquí más elocuente no puede ser para calibrar el futuro luminoso que prometieron los Castro Ruz y el Che. Sean silenciosos o violentos los robos en los campos, lo que cuenta es que sus protagonistas son “hombres nuevos”, hijos legítimos del comunismo que no hace demasiado tiempo, aunque obligados a alabar al asesino de La Cabaña, muchos de ellos habrían preferido decir la verdad: “Pioneros contra el comunismo, robaremos todo lo que podamos”.

Fuente: Por Roberto Alvarez Quiñonez, diariodecuba.com

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