Opinión: Hay una gran diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales

La libertad individual es preciosa y escasa. Está constantemente amenazada por el poder concentrado, la ignorancia, el colectivismo, el desprecio por los derechos y la propiedad, y otros males. Asegurar y mantener la libertad es una lucha continua e histórica.

Por eso todos los que la apreciamos no debemos dejar de hablar y actuar en nombre de la libertad. De vez en cuando, teniendo esto en cuenta, ofreceré a los lectores de esta columna una selección de citas especialmente valiosas y conmovedoras sobre el tema. He aquí la última entrega:

“Mientras el pueblo no se preocupe por ejercer su libertad, los que desean tiranizar lo harán; porque los tiranos son activos y constantes y se dedicarán, en nombre de cualquier número de dioses, religiosos o de otro tipo, a poner grilletes a los hombres dormidos” – filósofo, historiador y activista de la Ilustración francés, François-Marie Arouet, cuyo nombre de pluma era Voltaire.

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“Cuando pienses en la larga y sombría historia del hombre, encontrarás que se han cometido más crímenes horribles en nombre de la obediencia que los que se han cometido en nombre de la rebelión”. – El químico y novelista inglés C. P. Snow.

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“No puede haber mayor alcance del poder arbitrario que el requerido para arrebatarle los niños a sus padres, enseñarles lo que las autoridades decretan que se les enseñe, y expropiar a los padres de los fondos para pagar el procedimiento…. Un sistema educativo obligatorio sostenido por impuestos es el modelo completo del estado totalitario” – Isabel Paterson en El Dios de la Máquina (1943).

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“Cada vez más, inexorablemente, el Estado que los socialistas han creado se está volviendo más aleatorio en la justicia económica y social que pretende dispensar, más asfixiante en su efecto sobre las aspiraciones y la iniciativa humanas, más selectivo políticamente en su defensa de los derechos de sus ciudadanos, más colosal en su apetito y más desastrosamente incompetente en su desempeño. Sobre todo, supone una amenaza creciente, aunque no intencionada, para la libertad de este país, ya que no hay libertad cuando el Estado controla totalmente la economía. La libertad personal y la libertad económica son indivisibles. No se puede tener una sin la otra. No puedes perder una sin perder la otra”. – Margaret Thatcher en su discurso del 20 de marzo de 1976, The Historic Choice.

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“No es la verdad del marxismo lo que explica la disposición de los intelectuales a creerlo, sino el poder que confiere a los intelectuales, en sus intentos de controlar el mundo. Y puesto que, como dice Swift, es inútil razonar con alguien para convencerlo de dejar de creer en algo de lo cual no fue convencido a creer a través del razonamiento, podemos concluir que el marxismo debe su notable poder para sobrevivir a todas las críticas al hecho de que no es un sistema de pensamiento dirigido por la verdad sino por el poder” – Autor e intelectual británico Roger Scruton en Political Philosophy: Arguments for Conservatism (2006).

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Divertidísimo, brillante, incisivo. Esas palabras describen al difunto Stefan Kisielewski (1911-1991), destacado intelectual polaco. Fue una espina constante en el costado de los comunistas y socialistas porque tuvo el valor de decirle la verdad al poder. Lo entrevisté en 1986 en Varsovia, y me contó que una vez había sido detenido y encarcelado por declarar simplemente que “el socialismo es estupidismo”, lo que no hizo sino demostrar su punto. En otra ocasión, dijo, en tono irónico: “El socialismo supera heroicamente dificultades desconocidas en cualquier otro sistema”. En 1981, para hacer ver que los malos tiempos económicos de la Polonia socialista eran producto del propio sistema, dijo: “No es una crisis, es un resultado”.

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“Los intervencionistas no abordan el estudio de los asuntos económicos con desinterés científico. La mayoría de ellos están movidos por un resentimiento envidioso contra aquellos cuyos ingresos son mayores que los suyos. Este sesgo les impide ver las cosas como realmente son. Para ellos lo principal no es mejorar las condiciones de las masas, sino perjudicar a los empresarios y capitalistas, aunque esta política victimice a la inmensa mayoría del pueblo” – economista austriaco Ludwig von Mises en El Socialismo (1922).

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“Hay una gran diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales. Mientras lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo implica, como lo describió Tocqueville una nueva forma de servidumbre” – Friedrich Hayek, premio Nobel y economista de la Escuela Austriaca, en Individualism and the Economic Order, University of Chicago Press (1948).

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“Si las tendencias naturales de la humanidad son tan malas que no es seguro permitir que las personas sean libres, ¿cómo es que las tendencias de estos organizadores son siempre buenas?… ¿No pertenecen también a la raza humana los legisladores y sus agentes designados? ¿O creen que ellos mismos están hechos de una arcilla más fina que el resto de la humanidad? “- El economista y estadista francés Frédéric Bastiat en su clásico La Ley, disponible gratuitamente en FEE.org.

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“Lo que el pueblo quería era un gobierno que le proporcionara una vida cómoda, y con esto como objeto principal las ideas de libertad y autosuficiencia y servicio a la comunidad se oscurecieron hasta el punto de desaparecer. Atenas se consideraba cada vez más como una empresa cooperativa, poseedora de grandes riquezas, en la que todos los ciudadanos tenían derecho a participar… Atenas había llegado al punto de rechazar la independencia, y la libertad que ahora quería era la libertad de la responsabilidad. Sólo podía haber un resultado… Si los hombres insistieran en ser libres de la carga de una vida que fuera autodependiente y también responsable del bien común, dejarían de ser libres completamente. La responsabilidad era el precio que todo hombre debía pagar por la libertad. No se podía tener en otros términos” – educadora y clasicista Edith Hamilton en el capítulo 2 (“El fracaso de Atenas”) de El eco de Grecia (1957).

Fuente: Por Lawrence W. Reed, elamerican.com

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