Rostros locales: Miss Cruz, una historia de perseverancia y logros
El Kentubano, exaltando, reconociendo, y aplaudiendo las buenas obras y a los líderes de nuestra comunidad
“Ser maestro es una profesión en la que requieres mucha paciencia. Muchas veces tienes que ser un amigo, un cómplice, psicólogo, consejero, un oyente, o solo estar ahí para ellos. Es grandioso cuando recibo esas cartas o tarjetas de mis estudiantes agradeciendo todo lo que he hecho por ellos. En particular me siento orgullosa cuando mis estudiantes vienen a contarme sus experiencias hablando español fuera de clases”, me cuenta desde su salón de clases la maestra cubana Osmaida Naile Cruz Batista.
Miss Cruz, como la llaman sus alumnos, llegó a la ciudad de Louisville hace casi 13 años y tras una larga carrera en el magisterio en Cuba, decidió luchar por sus sueños y retomar su profesión en este país.
“Cuando comparo mi llegada a este país con las de miles de personas que arriesgan sus vidas y las de sus hijos para llegar aquí en busca de mejor vida realmente me siento bendecida y afortunada. Tuve varios trabajos. El peor de ellos fue el primero, en una fábrica. Trabajaba como empacadora en el turno de la noche, doce horas. Siempre lloraba. Me cortaba todo los brazos con las cajas al empacarlas porque prácticamente yo cabía en las cajas, me daba mucho trabajo hacer esto por mi baja estatura.
Hasta que finalmente logré entrar en el sistema de educación. Empecé como instructora bilingüe. También trabajé en el programa de educación de adultos de JCPS por un buen tiempo. Comencé mis estudios en la Universidad de Louisville para lograr mi certificación como maestra de español, luego completé mi maestría. Fueron momentos difíciles. Llegué a tener hasta tres trabajos al mismo tiempo más las clases en la universidad. Finalmente logré empezar como maestra de español. Llevo ya seis años disfrutando de lo que hago. Finalmente puedo decir que lo he logrado.”
¿Quién es Osmaida fuera del aula?
Soy una guajira, como muchos de mis amigos aún me llaman. Soy oriunda de Mayarí, Holguín. Viví en el campo hasta los 13 años, luego mis padres se mudaron a Mayarí. Soy una persona muy honesta, sencilla y alegre. Me gusta mucho ayudar a las personas. Soy perseverante, no conozco el no, y siempre lucho por lo que quiero, no desisto. Me siento una persona realizada, he logrado casi todo lo que me he propuesto en la vida.
¿Cuándo surge ese amor por el magisterio? ¿Qué carrera estudió?
Mi pasión por el magisterio surgió desde que era niña. Solía jugar a que era maestra. Mis alumnos eran piedras y tenía una pizarra, tizas y hasta un puntero. Mi abuela solía decir que estaba loca, decía “tan faina’ (frase muy campestre, del oriente de Cuba) como habla sola con las piedras. No sabía que estaba enseñando a mis alumnos. Al crecer me hice maestra de biología. Me gradué con honores. Obtuve el título de oro, un gran logro en la circunstancias en la que estudié. Fue en pleno período especial y muchas veces tuve que pasar el día con un vaso de agua de azúcar. Al llegar a este país quise mejorar mi vida. Sabía que el inglés era la llave para todo. Fui al Jefferson Community College a aprender Inglés. Recuerdo cuando fui a la entrevista para empezar a trabajar como instructora bilingüe. La directora le gustaba bromear mucho, me preguntó si había entendido todo y le dije que sí pero que no me hiciera repetirlo. Se río y me dijo ¿puedes decírselo a los padres hispanos? ¿Sí? Eso es lo que necesito de ti. Dos años después bromeábamos al discutir mi evaluación del año diciéndome: “recuerdo cuando te hice la entrevista que no se entendía nada de lo que decías y mira ahora”.
¿Cuántas generaciones de Kentuckianos han pasado por su tutela?
Ya son once años en el sistema entre una posición y la otra. Muchos niños y jóvenes han pasado por mi tutela. Cuando miro hacia atrás me siento orgullosa por el trabajo que he hecho. Realmente yo disfruto lo que hago. Siempre ayudo a mis estudiantes de diversas maneras y a sus padres si lo necesitan. Se siente placer cuando oigo un “Miss Cruz” cuando visito un hospital, restaurante, tienda, etcétera, sobre todo cuando son los niños que dejé en la escuela primaria y la pregunta ¿Se acuerda de mí? Es hermoso y recompensa el sacrificio.
Por Yany Díaz, El Kentubano (edición 174, febrero 2024)