¿De dónde surgió la idea del Belén de Navidad?

El belén, la recreación en imágenes del nacimiento del Niño Jesús, es un elemento básico de la tradición cristiana en la época navideña. Esta idea y costumbre puede atribuirse a San Francisco de Asís, una de las figuras más influyentes del cristianismo, especialmente de la Iglesia Católica (Iglesia). Con un mundo principalmente analfabeto durante la mayor parte de la historia, el catolicismo ha subrayado la importancia de utilizar lo artístico para facilitar la comprensión de la doctrina, la observancia y la praxis religiosa.

San Francisco ha transformado la Iglesia y muchas de sus políticas de forma desconocida para un gran número de personas. El místico de Asís, por ejemplo, amplió el mensaje de humildad tras su experiencia en la Iglesia de San Damián, donde, mientras rezaba ante el crucifijo bizantino, Jesús se dirigió a él diciendo “Francisco, vete a reparar mi iglesia”. La necesidad de “reparar” no era para las condiciones físicas de la citada iglesia y monasterio de Asís, sino de la propia Iglesia.

Ya arraigado en su misión mística transformadora, San Francisco viajó a Roma en 1223, para pedir permiso al Papa Honorio III para celebrar la Navidad de una manera nueva. Se trataba de hacer algo “para encender la devoción” en la celebración del nacimiento de Cristo, como nos cuenta San Buenaventura en Vida de San Francisco (1263). El teólogo, filósofo y escritor del siglo XIII, miembro él mismo de la orden mendicante de los franciscanos que San Francisco fundó en 1209, ha sido perspicaz al relatar la conexión entre la Natividad y el gran santo de Asís. Otras obras autorizadas que coinciden con la documentación de San Buenaventura son la Vida de San Francisco de Asís del padre Cuthbert (1912).

En consonancia con las descripciones que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Mateo sobre el nacimiento del Santo Niño, su escenario y las circunstancias que lo rodean, San Francisco se propuso hacer una representación genuina de la Natividad en Greccio, un pequeño pueblo situado a unos 100 kilómetros al norte de Roma.

Esta primera recreación viviente contenía todos los elementos de autenticidad, un pequeño pesebre con la Sagrada Familia (el Niño Jesús, la Virgen María y San José), pastores, los Reyes Magos que visitaron al Niño Divino poco después de Su nacimiento y varios animales de corral.

El relato de la Natividad creció exponencialmente en todo el mundo cristiano. El papa Nicolás IV, el primer papa franciscano, ordenó en 1291 un belén permanente en la Iglesia de Santa María la Mayor, el mayor santuario de Roma dedicado a la Virgen María. Santa Clara de Asís, fiel discípula de San Francisco, lo estableció en sus conventos. Los frailes franciscanos también propagaron esta costumbre más allá de las murallas de Asís y de la región de Umbría. Las figuritas de madera, porcelana y arcilla, así como los cuadros y adornos que representaban la Natividad, convirtieron el pesebre con el Santo Niño en el símbolo mismo de la Navidad. Se había inaugurado una nueva tradición.

Es muy apropiado que San Francisco haya sido el que instituyó este factor seminal de la Navidad en nuestra cultura. Este humilde gigante de la Iglesia y de la humanidad ha ocupado también un lugar especial en los planes de Dios para sus hijos. Al celebrar este acontecimiento tan especial, que la humildad y la fortaleza magnánima de San Francisco nos guíe para mantener nuestro camino cada vez más cerca de Aquel a quien le debemos todo, incluida la fiesta de la Navidad.

Por Julio M. Shiling, elamerican.com

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